Después del colapso del régimen militar de Mohamed Siad Barre en 1991, Somalia se hundió en la anarquía que todavía se vive hoy día en muchas partes del país incluyendo su capital Mogadiscio. El vacío de poder dejado por Barre generó una guerra civil entre clanes que devasto el país, y muchas regiones terminaron controladas por señores de la guerra. A pesar de múltiples intervenciones de sus vecinos y de la misma ONU, la nación sigue careciendo de un gobierno central suficientemente fuerte para controlar por completo su propio territorio. Conjuntamente, las sequias, hambrunas, guerras, piratería y terrorismo han hecho de Somalia una referencia al hablar de un Estado fallido.
El pasado 14 de octubre, más de 350 personas perdieron la vida cuando un camión cargado de explosivos estalló en una de las principales avenidas de Mogadiscio, capital de Somalia. La explosión destruyó edificios, hoteles, oficinas y comercios dejando centenares de heridos y decenas de desaparecidos (1). El hecho ha sido considerado el peor ataque en la historia de Mogadiscio. Tan solo dos semanas después de esta masacre, dos explosiones de carros-bomba y el asalto de un comando islamista armado a un hotel sumaron 20 muertos en la misma ciudad (2).
Las autoridades señalaron como responsables de ambos atentados al grupo islamista Al-Shabab –aliado de al-Qaeda-, aunque de momento la organización radical solo se ha adjudicado la autoría del segundo ataque, y negó estar detrás del mortal atentado del 14 de octubre. La gravedad de los hechos deja en evidencia dos puntos importantes. Primero, y a pesar de algunos avances, el gobierno central es incapaz de recuperar las riendas del país. Segundo, Somalia sigue siendo una nación olvidada.
La guerra civil y la anarquía se prologaron durante nueve años (1991-2000), y como consecuencia Somalilandia y Puntlandia –dos regiones al norte de Somalia con mayor estabilidad- se declararon unilateralmente independientes, aunque oficialmente solo se les reconoce como regiones autónomas de Somalia. Entre 2000 y 2006, con el apoyo de occidente y la ONU, se intentaron establecer una seria de gobiernos e instituciones de transición para unificar el país con poco éxito. En 2006, la Unión de Tribunales Islámicos (ICU) –una coalición de grupos islamistas- se hizo con el control de casi todo el sur del país, e implementó la Sharia como la ley oficial del país. Naciones vecinas como Etiopia y Djibuti –respaldadas por la Unión Africana y los EEUU- intervinieron en Somalia para expulsar a los islamistas radicales y devolver el poder al Gobierno Federal de Transición (TFG).
En 2009, con la retirada etíope, los intentos para formar un gobierno federal de transición se restablecieron, pero es en ese momento que Al-Shabab (3)–remanente armado del ICU y patrocinado por al-Qaeda- comenzó una guerra de guerrillas y ataques terroristas contra el TFG, recuperando el control sobre territorios rurales al sur de la nación, y estableciendo un constante asedio sobre la capital Mogadiscio. La ONU lanzó la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM) para colaborar con la creación del nuevo gobierno, asegurar la seguridad y combatir contra Al-Shabab. Finalmente, en 2012 el TFG dio paso a la creación del Gobierno Federal de Somalia (FGS), el primer gobierno central, oficial y reconocido desde el colapso de la nación en 1991.
Mohamed Abdullahi –Ex Primer Ministro y ciudadano Somalí-Estadounidense- fue electo presidente a inicios de este año (4). Según los observadores, la justa electoral estuvo lejos de ser perfecta –en gran parte debido a la corrupción-, sin embargo representa un gran paso para una nación en reconstrucción como Somalia.
¿Cuál es el estado actual de Somalia?
Comparado al caos de los años 90’s, sin duda la situación ha mejorado considerablemente, sin embargo la nación sigue lejos de la estabilidad.
En el campo político, Somalia pasó de la anarquía a la reconstrucción de su sistema político. El FGS ha sido el intento de gobierno central más estable en décadas, pero la corrupción sistemática y las disputas entre clanes minan la confianza en este. Además el FGS todavía no es capaz de administrar la totalidad del territorio; Somalilandia y Puntlandia gozan de una autonomía absoluta, mientras que Al-Shabab sigue controlando algunas aldeas rurales al sur. En el plano internacional, potencias extranjeras tienen una alta injerencia en los asuntos internos. Por ejemplo, en las pasadas elecciones, occidente y los países del golfo apoyaban diferentes candidatos, estos últimos incluso fueron acusados de financiar campañas (5). Mientras que sus vecinos ven con preocupación el extremismo de Al-Shabab, cuyo ataques han llegado a Kenia y Etiopia.
En materia de seguridad, desde el colapso de 1991 y la guerra civil el país no tuvo fuerzas armadas oficiales, dependiendo completamente de las misiones de la ONU UNOSOM I –misión que muchos consideran un fracaso- y la UNOSOM II para mantener el orden (6). Las fuerzas armadas no fueron oficialmente reorganizadas hasta veinte años después, pero incluso actualmente el gobierno depende del soporte brindado por la AMISOM para hacer frente a Al-Shabab. Los recientes ataques en la capital, y el hecho de que Al-Shabab mantenga control sobre algunos poblados, revelan las falencias del ejército somalí para garantizar la seguridad de la nación.
Económicamente, a pesar de la falta de gobierno central, Somalia mantuvo una economía informal basada en el ganado, las remesas y las telecomunicaciones. Aunque la agricultura es la mayor fuente de ingresos, sectores como la construcción y las telecomunicaciones han crecido considerablemente (7). Algunos incluso aseguran que la economía somalí creció más durante la época de caos en comparación con las décadas anteriores (8). Sin embargo, la falta de seguridad dificulta hacer negocios en el país, además las sequías han causados hambrunas y epidemias por la falta de agua potable (9).
En conclusión Somalia se recupera a paso lento, en gran parte debido a la fortaleza de su pueblo. En los últimos años, la situación en Somalia ha pasado a segundo o tercer plano, cuando los ojos del mundo siguen sobre Siria o Corea del Norte los somalís mueren de hambre. Incluso, el atentado del pasado 14 de octubre con más 350 muertos no tuvo mayor eco en la comunidad internacional. Asimismo, las últimas operaciones de apoyo se han enfocado en combatir a los piratas o en bombardear con drones los escondites de Al-Shabab, dejando de lado la situación de la población civil. Como si fuera poco, la Administración Trump ha expresado sus intenciones para suspender la emisión de visas en esta nación. Por estas razones, Somalia más que un Estado fallido parece un Estado olvidado.