La coyuntura Trump

 

Durante los últimos dos meses el mundo se ha debatido en analizar la coyuntura Trump. Sobre estos análisis han predominado cuatro perspectivas: (1) el análisis interno y sus efectos colaterales en ámbito internacional, (2) el análisis de conflictos posibles en el ámbito internacional, (3) el análisis mundo, que plantea a Trump como un ejemplo más de la ola de candidatos de derecha que han sorprendido en las urnas y (4) el análisis geoestratégico, basado en la ruta de comportamientos de los imperios, que pretende ver la actualidad como un ejercicio para el reacomodo de las potencias durante este siglo.

Desde esta última perspectiva, que resulta la más arriesgada y, por ende, sumamente atractiva para profundizar, se plantean en el gran juego de las potencias, dentro de las cuales se establecen tres actores: los Estados Unidos, China y Rusia. 

Los Estados Unidos se caracteriza por seguir ocupando su lugar como potencia hegemónica, heredera del predominio mundial tras el fin del corto siglo XX, mantiene la capacidad de realizar operaciones militares alrededor del mundo, sigue financiando los principales organismos políticos y económicos internacionales. No obstante, durante los ocho años de Obama ha iniciado un proceso de repliegue.

China, por su parte, se presenta como la potencia emergente, que retoma el lugar que tuvo desde el ascenso de occidente desde finales del siglo XVIII. En esta línea, lentamente, ha tenido un crecimiento militar basado en su inmenso crecimiento económico de las últimas tres décadas y establecer su ausencia en la solución de conflictos internacionales importantes (salvo algunos casos puntuales).

Rusia constituye, por otra parte, una potencia fluctuante. En otros términos, desde su consolidación como potencia en el siglo XVII posee periodos de auge, el más importante durante la Guerra Fría, que contrasta con periodos de debilidad. En esta línea, el plan de largo plazo de Vladimir Putin se orientó desde sus inicios a recuperar al imperio de la derrota al final del "corto siglo XX" a recuperar su influencia en el XXI. Para lo cual debe mantener posiciones evidentes e intervenciones manifiestas ante los grandes problemas mundiales (tal como lo ha hecho en el caso Sirio).

No resulta ocioso señalar que en este ejercicio analítico la Unión Europea ha sido desplazada. La debilidad y dudas europeas para establecer un proyecto de largo plazo lo transforman de cara a las proyecciones del presente siglo.

Desde esta perspectiva, el posicionamiento que asuma Trump al juego de las grandes potencias influirá en el reacomodo del poder en el mundo. Así mientras algunos ven en el comportamiento "trumpiano" una búsqueda de los Estados Unidos por retomar el control del poder mundial, lo que llevaría a mejorar la relación con Rusia y de esta forma "encerrar" y contener el crecimiento chino; otros -Robert Kagan, entre ellos- plantean las acciones de Trump como un repliegue donde se espera negociar para dejar espacios a los otros contendores. Esta estrategia de equilibrio de poder planteada hace pocos meses por Henry Kissinger plantea que de forma -más o menos- pacífica se establecerán zonas de influencia y control, con reglas mundiales y regionales.

La propuesta de equilibrio de poder ha caído mal para algunos medios en los Estados Unidos. El propio Kagan señaló que ni China ni Rusia piensan como los Estados europeos del siglo XVIII y XIX, por lo que el repliegue estratégico de los Estados Unidos solo empeoraría las posibilidades de enfrentamientos globales. Asimismo, dada la tradición de gobierno propia de estos imperios, se estaría ante un estancamiento del desarrollo de derechos humanos.

Más allá de los prejuicios propios de este tipo de análisis, quedan por responder preguntas vinculas con la disposición de China de actuar como potencia mundial y responder abiertamente a un enfrentamiento con los Estados Unidos. Adicionalmente, queda por comprender si la participación agresiva de Rusia en los asuntos mundiales sobrevivirá a la era Putin.

En el problema del acomodo de fuerzas permanece y es propio del desarrollo histórico de la organización de la sociedad internacional. A pesar de ello, el análisis que se sigue efectuando en los grandes centros del poder parece estar anclado en las concepciones del Estado-Nación. En otros términos, excluye la composición de imperios con una base económica más diversificada, en el cual no todas las decisiones se toman desde gobiernos, sino mediante una serie intrincada de acuerdos entre grupos de interés. Esta realidad es aplicable a los tres actores, donde a diversos ritmos la sociedad civil empieza a tener mayor influencia en las decisiones políticas. Estos elementos serán objeto de futuros análisis de coyuntura.