Análisis semanal 122: Del caos al orden y la pugna en el medio: La primera base militar extranjera de China (29 de marzo de 2017)

Año: 
2017

 

El enemigo que actúa aisladamente, que carece de estrategia y que toma a la ligera a sus adversarios, inevitablemente acabará siendo derrotado.-Sun Tzu, El Arte de la Guerra.

Tras haber iniciado su construcción -desde al menos setiembre de 2016- la primera base militar de China, más allá de su mar del Sur, está a punto de entrar en funcionamiento en Yibuti, pequeño país de África Oriental. Denominada por el gobierno chino como “instalaciones de soporte logístico” en apoyo de la armada del Ejército Popular de Liberación, primordialmente en lo relativo a operaciones anti-piratería (problemática común en las aguas que circundan el Cuerno de África y el Golfo de Guinea), constituye una clara señal de que China tiene tanto la voluntad como las capacidades de aventurar en el tablero geopolítico hechos concretos (1).

La base se ubica en una de las posiciones más estratégicas actualmente, frente a Yemen, al lado del Estrecho de Bab el-Mandeb y del canal de Suez-Adén, por el cual circulan el 10% del petróleo y el 20% de las exportaciones comerciales a nivel mundial (2). Lo anterior se alinea con el interés de China por escudar su alto volumen de importaciones desde el Medio Oriente -de las cuales es significativamente dependiente- que pasan a través del Golfo de Adén, por el Océano Índico y hacia el mar del Sur de China (3)

Mapa que muestra la ubicación de la nueva base china relativa a Camp Lemonnier (elaboración propia a partir de http://www.ogadennet.com/?p=74667)

Aunado a ello, la base adquiere adicional importancia geoestratégica al encontrarse a menos de 10 millas de distancia de Camp Lemonnier, la única base militar de gran escala que posee Estados Unidos en el continente. Se trata de la primera vez que una base estadounidense de tal nivel de importancia—donde se maneja información, inteligencia y comunicaciones altamente clasificadas, así como actividades del Comando de Operaciones Especiales Conjuntas—se encuentra a tan corta distancia. Camp Lemonnier cumple desde el 2002 un rol vital para el US AFRICOM (Comando Africano de los Estados Unidos), y funciona como plataforma para las operaciones anti-piratería lideradas por Estados Unidos, ayudándole a consolidar su rol como principal garante de seguridad mercantil en el golfo de Adén, el Cuerno de África y el océano Índico (4).

Sin embargo, quizá su papel más relevante es como centro neurálgico de seis estaciones de lanzamiento de drones a lo largo del continente, por medio de las cuales han atacado objetivos tan lejanos como Al-Shabab en Somalia, Boko Haram en Nigeria, y la base yemení de Al-Qaeda, en la Península Arábiga; sin relegar que las Fuerzas Especiales, la Agencia Central de Inteligencia y las naves de vigilancia de la Fuerza Aérea convergen en esta base para procesar e intercambiar inteligencia (5).

Lo anterior se enmarca dentro de la estrategia que ha venido aplicando China para incursionar en lo que se ha percibido como vacíos de influencia que ha dejado Estados Unidos, al enfocar sus esfuerzos principalmente en el Medio Oriente, relegando la atención y planificación estratégica de política exterior para zonas como África o Latinoamérica, por ejemplo, en segundo plano (6). En el ámbito internacional, China se ha mostrado hasta el momento cuidadosa y paciente, buscando ejercer influencia por medio de su poderío económico, y utilizando su creciente poder militar principalmente como fuente de disuasión e intimidación regional. Ha revelado efectividad en establecer buenas relaciones intergubernamentales, éxito que puede atribuirse a un respeto y esfuerzo genuinos por identificar cooperación mutuamente beneficiosa, como la financiación y construcción de grandes proyectos de infraestructura (7).

No obstante, como potencia revisionista, su búsqueda por restaurar la dominancia hegemónica que alguna vez ejerció implica la dominancia de Asia del Este, particularmente países como Japón, Corea del Sur y las naciones del Sudeste Asiático. Su principal obstáculo hasta el momento había sido el poder y coherencia del mismo orden internacional y su principal promotor y defensor: el sistema de alianzas políticas y militares liderado por Estados Unidos, especialmente en las dos regiones críticas de Europa y Asia del Este (8).

Mientras que los Estados Unidos fuera percibido como un aliado confiable, los líderes chinos y rusos temían que cualquier movimiento agresivo fuera contraproducente para sus regímenes, según lo que se entiende como “la estabilidad inherente del orden unipolar” (9). De acuerdo con lo mostrado por la administración Trump hasta ahora, y en el contexto de la pérdida de confianza, capacidad y voluntad sintomática de Occidente, y particularmente de Estados Unidos, para mantener la posición de dominancia que ha ocupado en el sistema internacional desde 1945, la brecha se ha abierto para que países como China o Rusia emprendan medidas más aventureras (10).

Otro desacierto que cimenta la inseguridad sobre el accionar de Estados Unidos es el tono admonitorio adoptado por el Secretario de Estado, Rex Tillerson, para referirse a su postura sobre el mar del Sur de China, y la construcción de islas artificiales que han ocasionado controversia con los países vecinos. Su postura implica enviar a China “una clara señal de que la construcción debe terminar” y de que se le negara el acceso a estas islas. Estas condiciones incluyen necesariamente el bloqueo físico del acceso mediante naves de guerra y la amenaza del uso de la fuerza.

Esto no solo pondría en peligro el apoyo de sus aliados regionales y extra-regionales, quienes requieren de un balance de poder razonable que les permita desarrollarse en paz (11), sino que probablemente provocaría que Beijing decida poner a prueba la determinación del gobierno estadounidense por la vía militar (12). Mientras tanto, las bases militares que China construía en las tres principales islas ya se encuentran casi completadas de acuerdo con el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés), lo que les brinda la capacidad de desplegar activos militares, incluyendo aviones de combate y unidades lanzamisiles móviles, a estas islas en cualquier momento.

Por último, otro ámbito en el que recientemente China se encuentra en la-casi inverosímil- posición de liderar a causa de la actuación deliberadamente irresponsable de la administración Trump por ignorar el asunto es el Cambio Climático. Tras la firma de una orden ejecutiva que socava gran parte de los logros de su antecesor en la materia este pasado 28 de marzo, el Ministro de Asuntos Exteriores chino Lu Kang brindó declaraciones el mismo día afirmando que su país “continuará trabajando con los actores relevantes para juntos reforzar el diálogo y cooperación para controlar el cambio climático, promover esfuerzos para guiar a la economía por una vía verde y baja en carbono, con el fin de otorgar un mejor futuro a las próximas generaciones” (13).

Contando con lo que se podría caracterizar como el panorama internacional más impredecible de los últimos 10 años, es posible establecer con cierto grado de certeza que al menos los patrones de descoordinación, aislamiento y desviación por parte de Occidente, pero en particular de Estados Unidos como potencia hegemónica en el sistema, plantean una serie de vacíos en su zona de influencia tradicional que recuerda la inestabilidad previa a los dos conflictos armados más devastadores de la historia contemporánea. Nos podemos encontrar bien a  3 años de una nueva crisis global, bien a 15, pero lo que es inequívoco es que nos encontramos en algún punto del camino hacia un reacomodo importante del orden internacional.