Análisis semanal 118: Un mundo en crisis (13 de marzo de 2017)

Año: 
2017

 

Definitivamente la comunidad internacional vive uno de los momentos más convulsos de la historia moderna. Conflictos bélicos, persecuciones a minorías, xenofobia, autoritarismo, el resurgimiento de ideologías nacionalistas y populistas de derecha, y sobre todo una serie de crisis humanitarias, siendo la más preocupante la hambruna que viven 20 millones de personas en Sudán del Sur, Yemen, Somalia y Nigeria. Con certeza, la ONU ha afirmado que esta es la peor crisis humanitaria que vive el mundo desde 1945 (1), la fecha de creación de la organización internacional, así como mucho del establecimiento del orden internacional que se tiene hoy día.

Lo más trágico de la situación es que estas crisis humanitarias que vive el mundo actualmente no son producto de desastres naturales, ni de factores fuera del control del ser humano, sino que su causa radica única y exclusivamente en el ser humano. En otras palabras, la gran crisis humanitaria actual fue producto de acciones humanas. En todos los cuatro países que poseen la actual crisis de hambruna, ésta ha sido causada por los conflictos bélicos que se desarrollan en estos países. Sudán del Sur vive desde hace varios años una cruenta guerra civil, así como Yemen, aunque en este último están involucrados potencias regionales e internacionales debido a su ubicación estratégica en el trasiego internacional de hidrocarburos y rutas de comercio marítimo, lo que complica aún más el panorama. Mientas que en Somalia, que comparte con Yemen su posición estratégica, la hambruna es provocada principalmente, aunque no únicamente, por la lucha contra el grupo extremista Al Shabab. Situación similar ocurre en Nigeria, ya que la hambruna ha sido desatada por la lucha contra el grupo extremista Boko Haram.

En todos estos países, la guerra ha devastado pueblos enteros, cuya producción agrícola es fundamental para la alimentación del país. Ya sea porque sus ciudadanos fueron obligados a luchar para uno u otro bando, o que en el proceso de retirada de un bando obligaron a evacuar a todo un pueblo consigo, lo cierto es que es el conflicto armado—entonces el ser humano—, el causante de esta crisis humanitaria actual.

Pero no hay que olvidar que esta no es la única región del mundo que vive una crisis humanitaria. Actualmente los rohingya en Myanmar son objeto de persecución, y prácticamente limpieza étnica. Asimismo, los palestinos viven en una condición de apartheid gracias al gobierno de Benjamín Netanyahu en Israel. Tampoco se puede olvidar los conflictos en Siria, Iraq, Libia y Afganistán, que han obligado a que millones de personas se vean forzadas a migrar de sus países con el único objetivo de sobrevivir. El destino principal de estas personas ha sido Europa, la cual, en vez de abrir sus puertas para recibirlos hospitalariamente, la mayoría de las veces los ha recibido con represión, o claras muestras de racismo y xenofobia.

El mundo se encuentra en crisis. Pero esta crisis es producto mismo del sistema económico, político e internacional, y hasta patriarcal, mundial, no a pesar de éste. Han sido las guerras de seguridad, las guerras para garantizar el comercio mundial, o en otras palabras, que los países más desarrollados logren seguir obteniendo productos a bajo costo provenientes de los países en desarrollo, y el carácter claramente machista de estas guerras, lo que ha provocado que el mundo se encuentre en una condición generalizada de crisis humanitaria, cómo nunca antes desde la creación del sistema de las Naciones Unidas, que era el llamado a convertir a la comunidad internacional en una comunidad pacífica, supuestamente. Para ser absolutamente claro, la crisis mundial no sólo es producto de las contradicciones típicas del capitalismo, sino del mismo ser humano.

En este sentido, cuando mucha gente se sorprendió y hasta escandalizó con el triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos, así como el avance del populismo de derecha, xenófobo y racista, en Europa, pensando que el sistema internacional estaba entrando en una nueva fase de su historia, o incluso se encuentra en un estado de degeneración, lo cierto es que no es así. Donald Trump, el populismo de derecha en Europa, Recep Tayyip Erdoğan, Benjamín Netanyahu, Vladimir Putin, etc., no son productos nuevos del sistema internacional, mas ciertamente son productos viejos, y hasta añejos, solamente envueltos o presentados de forma distinta. El nacionalismo, el chauvinismo, el racismo, el autoritarismo y la xenofobia son productos típicos del sistema internacional actual, tanto en su vertiente económica capitalista, como en su vertiente política de dominación de potencias internacionales.  Estos políticos de la escena global representan una reacción del poderío del Estado-Nación, en momentos en que se empezaba a cuestionar la vigencia de este modelo. Posiblemente por esta razón es que parezcan novedosos para muchos, aunque no sea así.

Como se trató en un análisis previo, efectivamente nos dirigimos hacia un mundo de puertas cerradas (2), y en este sentido, el actual sistema de las Naciones Unidas representa un obstáculo, en vez de una ventaja, para el resurgimiento del poder absoluto del Estado en la escena internacional. Por esta razón es que muchas potencias han llamado a reformar la ONU, aunque el gobierno de Donald Trump ha ido un paso más allá, y ha abogado prácticamente por abolir el sistema de las Naciones Unidas, mediante el anuncio de gigantescos recortes que como donante los Estados Unidos brinda a la ONU (3).  Sin estos recursos se corre el riesgo de que todo el sistema de las Naciones Unidas caiga, abandonando a su suerte a todos los millones de personas que actualmente necesitan de este sistema por vivir en condiciones de hambruna, malnutrición, pobreza, zonas de conflicto, etc.

El mundo se dirige hacia grandes cambios, producto de la re-aserción del poder del Estado-Nación en la escena global, de la mano de líderes nacionalistas y xenófobos, que a su vez promueven un capitalismo más salvaje y cruento que el que hasta entonces imperaba. De todo lo anterior, lo único novedoso es el surgimiento de nuevas potencias internacionales a la escena global, como es el caso de China e India, lo que añade un mayor grado de incertidumbre y convulsión al momento actual.

Ante esta situación, los países y sociedades que aún tengan un compromiso claro con los derechos humanos y el mejoramiento de la situación actual de toda la humanidad deberán unirse, y no sólo oponerse a los esfuerzos de quienes buscan hacer de este mundo, un mundo de puertas cerradas, sino que también deberán saber proponer algo nuevo, una alternativa real, al sistema que domina la humanidad actualmente. Las tentaciones por refugiarse en el pasado, o en líderes inciertos, como lo son Alemania (4) y China (5), son muchas, pero se debe recordar que el estado de cosas anterior al que actualmente se vive no era mejor que el presente, e incluso fue lo que permitió que la situación de crisis mundial contemporánea se desarrollara. Solo el tiempo dirá hacia qué dirección escogerá dirigirse la humanidad.