Análisis semanal 91:Desenlaces de coyunturas internacionales que escapan de la racionalidad. Reflexión desde un paradigma crítico acerca de la victoria de Donald Trump (23 de noviembre de 2016)

Año: 
2016
Autor(es): 

 

Recientemente en el ámbito internacional han estado ocurriendo situaciones políticas con desenlaces inesperados. Tal es el caso del Brexit en el Reino Unido; la victoria del ‘No’ a los acuerdos de paz en Colombia; y más recientemente la victoria de Donald Trump en Estados Unidos. Desenlaces que no necesariamente responden a una lógica de racionalidad; entendida esta en este caso como una acción instrumental maximizadora basada en el análisis de la información sobre las alternativas [que] están disponibles al momento de las decisiones [1]; contrario a eso tenemos contextos políticos en los que la decisión del electorado la determinan elementos emocionales, estructuras histórico-materiales y construcciones sociales. La racionalidad, y por tanto las preferencias del individuo, si bien pesan en la decisión, no parecen estar marcando el resultado final de las coyunturas electorales en los diferentes casos. 

Lo anterior conlleva a reflexionar sobre el papel del análisis político y en general de la ciencia política dentro de la articulación de explicaciones—y en algunos casos predicciones—sobre los fenómenos políticos. Los expertos/as, y en general la opinión letrada parecían tener un consenso en que la candidata demócrata ganaría las elecciones. El fundamento de esta tesis yacía precisamente en el elemento racional del voto. El voto latino sería el que definiría las elecciones, el votante evaluaría costos y utilidades de su decisión; el perjuicio que le representaría al ciudadano latino/a la victoria del candidato Trump sería suficiente para inclinar la decisión racional hacia el voto por Hilary; esa era la suposición de noticieros como CNN y demás analistas. A julio de 2016 encuestas de este último medio, CBS News, Reuters, ABC News, The Economist, Fox, entre otros, mostraban la ventaja a la candidata demócrata. No obstante, el resultado fue otro; no tomamos en cuenta elementos exógenos al individuo: una estructura que lo determina y por tanto interviene en sus decisiones. Desde un paradigma crítico haríamos referencia a las condiciones históricas que determinan el fenómeno político, una estructura que además de poseer elementos materiales también está compuesta por construcciones sociales; es decir, intersubjetividades que parten de discursos hegemónicos. Estos no son propios del sujeto sino que vienen dados por la estructura.

Es importante entonces develar el papel que juegan las construcciones sociales dentro del marco de los fenómenos políticos. Esa quizá sea una de las más valiosas reflexiones que surgen como resultado de esta coyuntura. En este caso existen elementos adicionales a la racionalidad que determinaron el resultado, entre ellos la construcción de imaginarios colectivos. Cabe preguntarse entonces, ¿cuál es el rol que desempeña la articulación de un discurso hegemónico dentro de la configuración del resultado? Esta pregunta inevitablemente trae a colación el concepto gramsciano de hegemonía; entendida esta como aquellas formas históricas concretas en que se ejerce la dominación por parte de ciertos grupos o clases sobre otros [2]. Este tipo de configuración discursiva permite reproducir una determinada estructura de ideas; además, el hecho de que haya una dinámica de dominación no implica necesariamente que haya coacción, pues para Gramsci, tal como lo señalan Prieto y Martínez, la clase dirigente refuerza su poder material con formas muy diversas de dominación cultural e institucional, mucho más efectiva—que la coerción o el recurso a medidas expeditivas—, en la tarea de definir y programar el cambio social exigido por los grupos sociales hegemónicos [3].

El hecho de que los pronósticos que apuntaban a la victoria de la candidata demócrata Hillary Clinton se hayan equivocado no responde únicamente a un margen de error en las estadísticas. La construcción de un discurso anti-sistema, un imaginario colectivo sobre la necesidad de un cambio en las estructuras, un sentimiento generalizado de disconformidad con el establishment, la construcción de nuevas inconformidades a base de una retórica demagógica coadyuvan al resultado; adicional a la incapacidad del Partido Demócrata y de su candidata de hacer sentir representados a esos sectores excluidos que tiempo atrás habían brindado su apoyo a Barack Obama. Hillary no fue capaz de hacer sentir identificados a los grupos latinos, afrodescendientes, y mujeres en general; para el electorado ésta representaba una continuación del statu-quo y su contrincante un cambio. Es entonces cuando observamos dinámicas como la posibilidad de no sopesar realmente costos y beneficios, sino votar por un candidato única y exclusivamente porque se desea el cambio o porque se siente repudio hacia el otro candidato.

Esta dinámica es muy similar a la que se dio en nuestro país con las elecciones de 2014, en la que gran parte del voto en primera ronda se dio al candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC) Luis Guillermo Solís, en función de que se deseaba un cambio y en segunda ronda, el repudio a la agrupación tradicional Partido Liberación Nacional (PLN) generó la victoria de la agrupación emergente. A partir de este tipo de coyunturas aprendemos que los electores/as no siempre se comportan de forma racional, esta acción instrumental maximizadora en ocasiones puede ser una decisión pasional o inclusive una decisión a la que contribuye la conformación de aparatos ideológicos de dominación.

El discurso hegemónico juega un rol importante en la configuración de la decisión del elector/a. Hegemonía como concepto metodológico nos sirve para establecer la existencia de sistemas de control sobre la reproducción social de determinados grupos sociales [4]. Trayendo esta categoría de lo abstracto a lo práctico, podemos observar el uso de una retórica alarmista, que achaca los motivos de los males al inmigrante, con un fuerte componente de tradicionalismo americano que aboga por volver a Estados Unidos a sus tiempos dorados; el imaginario colectivo de la identidad del estadounidense es fundamental. A partir de estos hechos se considera que es diferente pensar que la construcción social y las identidades aprehendidas con el tiempo son elementos exógenos determinantes de las decisiones, que asumir que el individuo escogerá la mejor de las dos opciones.

Para complementar el análisis crítico desde una lógica constructivista es de utilidad recordar lo mencionado por Wendt en su obra the anarchy is what states make of it: the social construction of the power politics, al indicar que el racionalismo ofrece una concepción fundamentalmente conductista tanto de los procesos como de las instituciones: cambian los comportamientos, pero no las identidades ni los intereses [5]. Si bien este razonamiento es válido para analizar un conjunto amplio de fenómenos internacionales, en este caso nos puede representar limitantes.

Adicionalmente, el consenso puede hacer que los análisis racionales desaparezcan, pues en ocasiones un individuo puede modificar su decisión en base a un sentido común compartido, esto partiendo de lo anotado por Gramsci al señalar que el proceso de conquista de la hegemonía pasa por una fase de homogeneización del cuerpo social. Es a partir del consenso que se facilita el control. En esta condición es menos probable que el individuo decida racionalmente si existe un aparato construido socialmente que inclina su decisión hacia un determinado discurso. El consenso mismo es una estructura construida socialmente, y tal como señala Wendt, las transformaciones de identidad y de interés mediante procesos son transformaciones de la estructura [6]. A partir de estas consideraciones es de interés intentar comprender el fenómeno de las elecciones estadounidenses en función de la importancia que adquiere la construcción del discurso dentro de la coyuntura.   

Desde una óptica posestructuralista señala Mouffe sobre los peligros de enfocarse siempre a la búsqueda de una solución racional final [7]; alega que de no existir dentro de una democracia con carácter pluralista esos espacios para articular lo pasional, estos elementos buscarán espacios no democráticos para articularse, tal es el caso de grupos anti-inmigrantes que se vieron relegitimados con el discurso de Trump. Vale resaltar a su vez la incapacidad del Partido Demócrata—siendo aquel partido en teoría llamado a defender posturas progresistas—de articular un discurso contra-hegemónico que pudiera competir con el populismo nacionalista de Trump. El abordaje de la campaña desde un candidato representante del establishment no permite la articulación de un discurso que informe a los sectores populares sobre las ventajas reales de votar por el partido, y por tanto permite que estas sean atrapadas por un discurso xenófobo y por una retórica carismática.

Antonio Gramsci señalaría en su artículo acerca de la necesidad de una preparación ideológica de la masa [8] sobre la importancia del estudio dentro del proceso lucha política; ello implica que no se puede armar una propuesta progresista únicamente desde la institucionalidad, sino desde aquellos sectores excluidos, en este caso la población latina, afrodescendiente y femenina. Se podría decir entonces que el principal responsable de la victoria de Trump es el Partido Demócrata por no poder articular una construcción social crítica ante el discurso de Trump. Cejudo haciendo referencia a Schneider indica que los problemas sociales son construidos socialmente; esta construcción del problema social en el caso de las elecciones estadounidenses se da por medio de la argumentación y deliberación social, que logra atribuir a una condición el carácter de problema [9]; esto vinculándolo con valores sociales compartidos -un sentir de patriotismo exacerbado- hace que la situación adquiera el rango de problema público, dado a que determinados actores sociales contribuyen a ello mediante la asignación de características negativas a la situación de inmigración. Es posible por tanto pensar que el problema público lo es, no porque ello responda a una objetividad, sino porque existe una estructura que construye el hecho como una problemática dentro del imaginario colectivo.

A partir de lo anterior podemos elaborar algunas reflexiones útiles.

Primera: Si bien la racionalidad es útil para analizar una gran cantidad de fenómenos políticos, no debemos descartar por ello las posibilidades de analizar lo político desde otras ópticas. Segunda: A través del periodo de revolución conductista [10] en la ciencia política, se ha tratado de asemejar nuestros análisis a las ciencias duras mediante el contraste empírico y las generalizaciones a partir de los procesos rigurosos, no obstante en ocasiones nuestros presupuestos pueden conllevar a generalizaciones apresuradas que tienen poca consistencia con la realidad; en ese sentido es de utilidad reflexionar sobre qué tan útil es intentar generar predicciones de los fenómenos políticos, cuando por otra parte podríamos estar generando explicaciones críticas para comprenderlos de mejor manera. Tercera: No descartar la vocación normativa del análisis político, es decir el deber ser, no solamente describir el sistema, generalizar sobre él y tratar de pronosticar –lo cual en ocasiones puede ser hasta irresponsable- sino que la teoría política sea un medio que coadyuve los intentos de cambio del sistema; elaborar y construir desde la academia para la configuración de cambio y no solo para la descripción de lo existente. Y finalmente: replantear la necesidad de analizar los fenómenos políticos no solamente en función de un hecho observable que muchas veces se descontextualiza de sus elementos históricos y culturales, sino también desde lógicas más críticas que aborden la estructura que rodea al individuo.  

Notas

[1] Vidal de la Rosa, G. (2008). La Teoría de la Elección Racional en las ciencias sociales. Pág. 226.

[2] Herrera, M. Z. (2011).Hegemonía. En Szurmuk, Mónica y Mckee, Robert (coords.), Diccionario de estudios culturales latinoamericanos. Pág. 124.

[3] Prieto, R. R., & Martínez, J. M. S. (2007). Hegemonía y Democracia en el siglo XXI: ¿Por qué Gramsci?

[4] Ibíd., p. 4.

[5] Wendt, A. (1992). Anarchy is what states make of it: the social construction of power politics. Pág. 2.

[6] Ibíd., pág. 3.      

[7] Errejón, I & Mouffe, C. (2015). Construir pueblo. hegemonía y radicalización de la democracia.  Pág. 107.

[8] Gramsci, A. (1931). Sobre la necesidad de una preparación ideológica de la masa.

[9] Cejudo, G. M. (2008). Discurso y políticas públicas: enfoque constructivista. Pág. 6.

[10] Peñas, O.L. (2010). El enfoque conductista de la ciencia política.