Análisis semanal 77: Comunidades seguras y convivencia pacífica en Centroamérica. Las relaciones bilaterales entre Nicaragua y Costa Rica (5 de septiembre de 2016)

Año: 
2016
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El concepto de comunidades seguras fue constituido con el objetivo de explicar las razones por las cuales los Estados en una determinada región cooperan a fin de reducir la inseguridad entre ellos. En muchos casos, las comunidades seguras hacen referencia a mecanismos de seguridad colectiva que los Estados desarrollan a fin de reducir las posibilidades de conflicto armado entre ellos.

Karl Deutsch define las comunidades seguras como la conformación de un grupo de Estados que han desarrollado mecanismos de integración al punto que se han reducido las posibilidades de agresión, conflicto armado y que, además, resolverán sus diferencias o conflictos de maneras no violentas.

El principal efecto de las comunidades de seguridad es el establecimiento de pequeños espacios de orden para el surgimiento de la paz y las relaciones de cooperación entre los Estados. De igual forma, Deutsch distinguió dos tipos de comunidades seguras, las amalgamadas y pluralistas. Las primeras son posibles gracias a que los Estados han alcanzado altos niveles de unificación al integrarse. En las segundas, por su parte, aunque los Estados han avanzado en la integración retienen aún su soberanía.

Ciertamente, Centroamérica avanzó en la construcción de una comunidad segura hacia finales de los años ochenta. Los Acuerdos de Paz de Esquipulas, el Protocolo de Tegucigalpa, el Tratado Marco de Seguridad Democrática, entre otros elementos, permitieron construir un régimen de cooperación alrededor de la seguridad y la reducción de amenazas entre los Estados de la región.

A pesar de ello, esta comunidad de seguridad no ha evitado que los conflictos surjan entre los Estados y que en algunas ocasiones la seguridad y la comunidad se ven expuestas al rompimiento. Los desafortunados roces entre países centroamericanos (Costa Rica-Nicaragua; Honduras-Nicaragua; Honduras-Nicargua-El Salvador; Guatemala-Belice, para citar algunos ejemplos) revelan el riesgo potencial que para la paz y la seguridad significa la ausencia de mecanismos de política exterior que refuercen tales mecanismos.

Adler (1998) ha señalado que este tipo de comunidades resultan más sólidas en tanto los factores que generan la emergencia de este tipo de mecanismos van más allá de los acuerdos o tratados de cooperación. Este autor señala que las comunidades de seguridad son más sólidas y contribuyen a disminuir las tensiones entre los Estados en el tanto se construyan también practicas compartidas, imágenes comunes propias de unos y otros, entre otros ejemplos.

En relación con la tesis de Adler, se construye una comunidad de Estados soberanos que están de acuerdo, no solamente, en no recurrir al uso de la fuerza entre ellos; sino además, sobre ciertos valores de convivencia en relación con lo política, lo económico y lo social. Y es sobre la base de esto último que los Estados construyen sus relaciones de seguridad, convivencia pacífica y la solución de sus controversias.

Sin esta construcción mutua de valores comunes y significados compartidos los Estados difícilmente hallarán solución permanente a sus diferencias. Puede haber institucionalización de las voluntades para no recurrir a la fuerza; pero sin la institucionalización de las identidades comunes no es posible que los Estados dialoguen para solucionar sus diferencias.

Quizás este sea el caso de la región Centroamericana y, particularmente, de la relación entre Costa Rica y Nicaragua. En efecto, la voluntad de no recurrir al uso de la fuerza para solucionar sus diferencias es claro; sin embargo, los dos países pareciera no comparten los mismos valores que los acerquen para la solución de sus controversias. Los imaginarios sobre unos y otros tienden a alejarlos, a generar desconfianzas y a eliminar el diálogo entre ellos.

La política exterior, entonces, queda atrapada entre la voluntad de no agredir físicamente al otro ante una diferencia. Se recurre a los mecanismos internacionales judiciales para resolver las diferencias; sin embargo, la situación no mejora. La ausencia de una plataforma de valores compartidos genera distancias que se expresan en una política exterior lejana o que tiende a “encapsular” la relación bilateral. Más allá de construir una relación envolvente y cercana, los Estados han tendido a ensimismarse y no verse como vecinos, sino como distintos y lejanos. Quizá, si ambos países se dedicaran a dialogar sobre una relación constructiva los efectos serían distintos. Por ahora, cada uno refuerza sus propios valores y las posiciones distantes. Unos buscan los apoyos en Rusia y otros los apoyos en Estados Unidos. Se refuerzan imágenes de la Guerra Fría y no las imágenes de un futuro en paz y armonía.

Nunca el futuro estuvo tan lejano y nunca los valores entre vecinos estuvieron tan ausentes.

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