Coyuntura global (marzo-abril 2015)

El actual Estado costero del sudeste asiático, Myanmar o también conocido como Birmania, ha sido un país que ha vivido situaciones sumamente complicadas y difíciles a lo largo de su historia, como el colonialismo europeo, específicamente británico, desde el año 1826 y hasta su independencia en 1948, conflictos étnico-religiosos, golpes de Estado, dictadura, sanciones y reclusión internacional, y recientemente un difícil, lento, y no exento de obstáculos, proceso de democratización desde el año 2010. Además de todas estas problemáticas que ha sufrido este país, el mismo cuenta con una conformación poblacional heterogénea que hace difícil la convivencia pacífica en su seno, como lo ha demostrado su historia por lo menos durante la segunda mitad del siglo XX, y lo transcurrido del siglo XXI. La actual situación que vive una de las etnias que integran a este país, los rohingya, que a su vez son musulmanes en un país mayoritariamente budista, testifica en este sentido, mientras que la comunidad internacional ha dejado al abandono la crisis humanitaria que se ha desencadenado desde el año 2012, pero cuyos antecedentes datan desde la segunda mitad del siglo XX.

Myanmar es un país conformado por una multiplicidad de etnias que algunos estiman sobrepasa fácilmente las 100 (Bray, 1992; Abdelkader, 2013; Nemoto, 2013), entre las cuales las principales son la etnia Birmana o Bamar, que se estima conforma alrededor de la mitad de la población total del país (60 millones), y a esta le siguen las etnias Karen, Shan, Naga, Rakhine, Mon, Chin y Kachin. Luego de su independencia en 1948 se desarrolló un conflicto interétnico cuyas causas se podrían ubicar en conflictos heredados del colonialismo británico, y en la concentración del poder político y económico del país en la etnia Birmana, que se agravó luego del golpe militar que instauró en el poder político una junta militar desde 1962, la cual gobernó ininterrumpidamente hasta el año 2011 (Abdelkader, 2013). Esto hizo que las otras etnias que conforman este país se levantaran en armas buscando conformar sus propios Estados. Estas se organizaron en grupos guerrilleros, los cuales no solo luchaban contra el gobierno sino que también entre sí (Bray, 1992). Los principales conflictos armados con las diferentes etnias han ido culminando bajo el recién instaurado gobierno civil, producto de las negociaciones llevadas a cabo entre el gobierno y los grupos armados desde el 2011 y hasta el 2015 (BBC, 2015b).   

Por lo anterior se entiende que el proceso de democratización del país ha ayudado a crear un ambiente de paz y convivencia entre los diferentes grupos étnicos que conforman a este país del sudeste asiático. Este proceso de democratización sucedió luego de que en el año 2010 la junta militar que gobernaba al país hiciera un llamado a realizar elecciones popular para instaurar un gobierno civil en el poder para el siguiente año, luego de casi 50 años de dictadura militar. No obstante, gracias a una constitución redactada en 2008 por la junta militar, el ejército aún concentra mucho del poder político del país. Además, las elecciones populares de 2010 fueron sumamente criticadas por no ser justas ni limpias, ya que hubo acusaciones de fraude electoral a favor del candidato de la junta militar y ex primer ministro durante la misma, el general Thein Sein, que convenientemente resultó electo, llegando a ser el primer presidente electo luego de años de dictadura (BBC, 2015b). A pesar de lo dudoso que resulta el compromiso del ejército con el proceso de democratización del país, la comunidad internacional reaccionó a las elecciones y la conformación de un gobierno civil levantando las sanciones internacionales que mantenían al país recluido internacionalmente, y económicamente empobrecido.

Desgraciadamente, como lo ha dicho la principal opositora al gobierno durante los años de la dictadura de la junta militar, y del actual gobierno civil, la actual legisladora Aung San Suu Kyi, “pensamos que ha habido momentos en que el gobierno de los Estados Unidos ha sido sobre optimista acerca del proceso de reforma” (BBC, 2014a). Mas no solo Estados Unidos sino también todo Occidente ha sido sobre optimista con el proceso de reforma al haber levantado todas las sanciones internacionales que pesaban sobre este país, o tal vez, incluso ha sido negligente por no presionar a favor de una mayor democratización del país por la falta de intereses estratégicos de las principales potencias mundiales en Myanmar.

A pesar del proceso de pacificación y democratización en que ha incurrido este país en los últimos años, todavía existe una persecución sistemática y recurrente contra una de las etnias que habitan este país, la  etnia Rohingya, cuya población se estima entre las ochocientas mil a millón trecientas mil personas, las cuales son principalmente musulmanes (Nemoto, 2013; Abdelkader, 2013; Vidal, 2015a). La exclusión, persecución y opresión que han vivido los rohingyas a lo largo de la historia independiente de Myanmar ha sido cruel y recurrente.

Empezando por la década de 1970, en plena guerra civil en que el gobierno militar luchaba contra diferentes grupos guerrilleros que agrupaban a varias etnias como los Karen y los Kachin, el gobierno emitió la Ley de Emergencia Inmigratoria de 1974 en la cual calificaba a los rohingyas como inmigrantes provenientes del vecino país de Bangladesh (recién creado luego de la independencia de Pakistán a inicios de esta década), y por lo tanto no los consideraba como ciudadanos oficiales del país. A partir de esta ley, en 1978 el gobierno militar llevó a cabo una operación militar llamada el “Rey Dragón”, en la cual se realizó una persecución contra lo que se consideraba inmigrantes ilegales en el país, es decir, los rohingyas, que tuvo como saldo el desplazamiento de entre doscientas y doscientas cincuenta mil personas del noroeste de Myanmar a Bangladesh, todas musulmanes. También hubo casos de violaciones y asesinatos. Luego de una gran presión internacional el gobierno militar tuvo que aceptar la repatriación de doscientas mil personas que habían huido de la persecución al vecino Bangladesh, aunque no todas estas personas volvieron al país (Nemoto, 2013, p. 5). 

Luego de esta primera ofensiva contra los rohingyas, el gobierno, en 1982, promulgó la Ley de Ciudadanía en la cual se reconocían a 135 diferentes etnias como autóctonas del país, y por lo tanto ciudadanas del Estado de Myanmar. Sin embargo, los rohingyas no fueron contabilizados dentro de estas 135 etnias, convirtiéndolos desde entonces y hasta la actualidad en una etnia apátrida. Es sorprendente que en esta ley el gobierno militar aceptara a etnias contra las cuales entablaba una lucha armada en el momento de su promulgación, y cuya lucha incluso entrañaba la posibilidad de la ruptura territorial del país, pero no se aceptara a los rohingyas, los cuales en ese momento no tenían un grupo armado fuerte que luchara contra el Gobierno.

La razón de exclusión de los rohingyas como etnia optante por la ciudadanía birmana se explica en el hecho de que tanto el Gobierno, como muchas de las etnias que conforman al país, no conciben a este pueblo como una etnia diferenciada del resto, sino como inmigrantes ilegales que llegaron al país producto del colonialismo británico, el cual trajo miles de personas musulmanas de lo que es ahora la provincia de Chittongong, en Bangladesh, a Myanmar para suplir el faltante de mano de obra que trabajara los campos de este último durante el siglo XIX (Nemoto, 2013, p. 9). Incluso en la ley, todavía vigente, se establece que solo las etnias que puedan demostrar que hayan habitado en el territorio del país antes del año 1823 (un año antes de la primera guerra Anglo-Birmana) pueden optar por la ciudadanía (Abdelkaber, 2013, pp. 395-396). Esta es, por lo tanto, la principal excusa que se utiliza para no reconocerle al pueblo rohingya su ciudadanía al Estado birmano.

No obstante, los rohingyas sostienen que ellos han habitado en el estado de Rakhine en el noroeste de Myanmar desde el siglo X, cuando el reino de Arakan trajo mercenarios musulmanes del imperio Mugal de la India para suplir sus necesidades de militares. Esto ha desencadenado una lucha de poder entorno a la legitimación de una versión de la historia como la historia oficial de Myanmar. Algo que no contribuye a favor de los rohingyas en esta lucha es que el témino “rohingya” empezó a ser utilizado desde hace poco tiempo, durante la década de 1950. No obstante, como lo establece Kei Nemoto (2013, pp. 5-11), lo más probable es que ambas versiones tengan razón en el tanto de que los musulmanes que llegaron a Myanmar en el siglo X fueron los ancestros de los rohingya, y que luego se mezclaron con los inmigrantes musulmanes de Bangladesh que trajo consigo el imperio Británico. Por lo que, sin importar que el término rohingya sea de reciente data, este pueblo puede en efecto considerarse una etnia conformante del Estado de Myanmar, por más que este y su población mayoritariamente budista no deseen reconocerlo.

Una década después de la promulgación de la Ley de Ciudadanía, el Gobierno volvió a llevar a cabo una persecución contra los rohingyas dejando como saldo muertos, violaciones, y el desplazamiento de unas doscientas cincuenta mil personas a Bangladesh (Nemoto, 2013, pp. 5-6). Nuevamente se firmó un pacto de repatriación entre los países producto de presión internacional sobre Myanmar, pero realmente muy pocos optaron por volver al país.

Luego de este suceso, el Gobierno militar les entregó a los rohingyas carnets de identidad que los calificaban como extranjeros, lo cual los excluyó de los sistemas de educación y salud, e incluso del mercado laboral del país. Asimismo les impidió su derecho de tránsito o movimiento, limitándolos casi que exclusivamente al área del estado de Rakhine, y se les ha impedido su libertad de culto y la libre práctica de su religión. La situación que se ha desencadenado a partir de entonces, y que se mantiene en la actualidad, es una clara violación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de los Principios Rectores de los Desplazamientos Internos, ambos de las Naciones Unidas (Abdelkader, 2013, pp. 400-404). En otras palabras, los rohingya son una población completamente exenta de gozar cualquier asemejo, por más pequeño que sea, de derechos humanos.

Con el advenimiento de un gobierno civil, democráticamente electo en 2010, se pensó que la situación de los rohingyas finalmente se solucionaría. No obstante, desde entonces no ha hecho más que agravarse, al punto en que algunos llaman a su actual estado como el apartheid rohingya de Myanmar (Stoakes, 2014). Desde el año 2012 la violencia interreligiosa y étnica ha vuelto a surgir, y la situación de los rohingya en Myanmar se ha deteriorado alarmantemente. El “Gobierno civil” del general Thein Sein ha procurado empeorar la situación de esta población, e incluso el mismo Presidente birmano ha declarado que la única forma de que la situación de los rohingya se solucione en su país es que estos sean “enviados a un tercer país, o que sean detenidos permanentemente en campos de refugiados administrados por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)” (Stoakes, 2014), como ya lo hace en algunas localidades de Bangladesh.

Como consecuencia de esta posición del Gobierno miles de rohingya han optado por aventurarse a salir del país en busca de una mejor vida en países como Malasia, Indonesia y Australia, poniéndose de paso en manos de redes de tráfico y trata de personas que muchas veces lo que hacen es extorsionarlos para sacarles más dinero del ya de por sí pagado para huir del país, e incluso pueden llegar a venderlos a esclavitud para trabajos forzados o explotación sexual. Incluso, parece ser que las autoridades de seguridad tanto de Myanmar como de varios países vecinos tienen vínculos con estas redes de tráfico y trata de personas que hacen negocio a partir de la situación desesperante de los rohingyas (Szep y Grudgings, 2013).   

Esta medida desesperada llevada a cabo por mucho rohingyas en busca de una vida mejor ha provocado que la crisis humanitaria que estaba ocurriendo entre Myanmar y Bangladesh se extendiera al resto de países de la región como Tailandia, Malasia, Indonesia, India, Australia y Filipinas. Muchos de los roghingyas que optan por aventurarse al mar Índico en busca de mejorar su condición de vida, principalmente en países con una mayoría musulmana como Malasia o Indonesia, o países que respetan los derechos humanos y la libertad de culto como Australia, buscan estas redes de tráfico de personas que utilizan embarcaciones en condiciones deplorables, con muy pocos suministros, y sobrepobladas más allá de la capacidad real que puedan soportar los botes. El resultado de esto son los constantes naufragios y el aumento de la pérdida de vidas.

Durante el pasado mes de mayo de 2015, la crisis humanitaria producto de la migración en masa del pueblo rohingya se agravó alarmantemente por la gran cantidad de personas que están huyendo de Myanmar. Durante este mes se encontraron alrededor de seis mil inmigrantes rohingya en condiciones deplorables, y en embarcaciones en muy mal estado (Vidal, 2015b). No obstante, esta situación se puede entender como un incremento de la tendencia migratoria de los rohingyas que se ha podido vislumbrar a partir del establecimiento del gobierno civil en el país. Antes de que un gobierno “democráticamente electo” fuera instaurado en el país, los que optaban por salir eran principalmente hombres que buscaban obtener dinero en otros países para enviárselo a sus familias en Myanmar (Szep y Grudgings, 2013). Desde la instauración del Gobierno civil en el 2011 la cantidad de personas que han optado por salir del país no solo se ha incrementado, sino que también ahora mujeres y niños buscan desesperadamente huir de sus condiciones de persecución y opresión. Esto demuestra que el conflicto interreligioso y étnico que se desencadenó en el 2012, y que tuvo como saldo trescientas personas muertas y ciento cuarenta mil personas desplazadas, continua activo, y lo más probable es que se ha ido intensificando poco a poco (Vidal, 2015a).

Para empeorar aún más las cosas, luego de ciertos reportajes que demostraban el involucramiento de las autoridades de seguridad de varios países vecinos a Myanmar, especialmente Tailandia, con las redes de tráfico y trata de personas (Szep y Grudgings, 2013), y también producto de presiones internacionales principalmente sobre este último país, este finalmente opto por un endurecimiento en sus operaciones militares contra la inmigración ilegal, provocando la captura y detención no solo de los traficantes, sino que también de los rohingyas que buscan escapar de Myanmar. Esto ha hecho que cientos de rohingyas acaben en prisiones migratorias no solo en Tailandia, sino que también en el resto de países de la región. Demostrando, con ello, que las condiciones de este pueblo fuera de Myanmar no mejoran mucho en comparación con los que optan por quedarse en su país.

Asimismo la falta de capacidad o disponibilidad del sistema de seguridad migratoria de los países de la región ha generado que estos, en vez de detener a los migrantes, les den provisiones y los vuelvan a dejar en el mar a su propia suerte. Esta política ha generado mucha crítica e indignación de parte de la comunidad internacional, lo que provocó que Malasia e Indonesia, los cuales habían anteriormente llevado esto a cabo, decidieran optar por acoger a más de seis mil migrantes encontrados recientemente por el plazo de no más de un año, mientras la comunidad internacional asegurara que en ese plazo realojaría y repatriaría a los migrantes (Vidal, 2015c).

A tal punto llegaron las críticas y presiones internacionales que Tailandia llamó a una reunión en Bangkok de los Ministros de Asuntos Exteriores de los países involucrados para el viernes 29 de mayo de 2015, cuyo objetivo era tratar la crisis migratoria que estaba ocurriendo en la región. En un principio el Gobierno de Myanmar se mostró reacio a asistir, pero finalmente optó por ir a la cita. También asistieron  Afganistán, Australia, Camboya, Bangladesh, India, Indonesia, Irán, Filipinas, Laos, Malasia, Nueva Zelanda, Pakistán, Papúa Guinea, Sri Lanka, Vietnam, Estados Unidos y Suiza, estos dos últimos en calidad de observadores (El Espectador, 2015).

El documento generado a partir de la cita es poco alentador, y evita cualquier mención al pueblo rohingya, lo cual resulta una importante concesión de los participantes a Myanmar, y demuestra el poco compromiso de los países vecinos por realmente solucionar las causas reales de la crisis humanitaria (Vidal [A], 2015). Incluso podría decirse que la reunión solo sirvió para apaciguar a la comunidad internacional, y buscar disminuir la presión internacional sobre los países de la región.

Si en efecto esto logra apaciguar a la comunidad internacional no solo se demostraría la falta de un compromiso serio de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) por solucionar la crisis humanitaria. También se evidenciaría más tajantemente la falta de compromiso real de la comunidad internacional por solventar la situación de los rohingya, una de las minorías más perseguidas en el mundo según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y el abandono total de esta crisis humanitaria (El País Internacinal, 2015).

Pareciera ser que, a diferencia de otras intervenciones internacionales, ya sean consideradas “humanitarias” o no, como las intervenciones en la antigua Yugoslavia a inicios de la década de 1990, Somalia a finales de la década de 1990, Irak (1991 y actualmente), y Liba (2011), entre otras, la comunidad internacional no tiene ningún interés en intervenir en el caso de los rohingya. Definitivamente, como ya se dijo anteriormente, la falta de intereses estratégicos de las potencias mundiales en un país como Myanmar ha hecho que esta crisis humanitaria tan apremiante fuera dejada al olvido y al abandono, probando con ello como ciertos países y potencias hipócritamente juegan con el discurso de los derechos humanos para promover sus intereses en ciertas regiones, mientras que en otras se rehúsan a realizar algún esfuerzo cuando realmente se requiere, como en el genocidio ocurrido en Ruanda en el siglo pasado, y actualmente en la crisis humanitaria de los rohingya en el Estado de Myanmar.

Solo hasta que la comunidad internacional despierte, y recuerde el olvido y abandono al que ha sometido este pueblo, se podrá esperar que las cosas cambien. De lo contrario, este estado de apartheid de los rohingya en el Estado de Myanmar se prolongará, e incluso, podría llegar a agravarse. 

Fuentes consultadas

Abdelkader, E. (2013). The Rohingya Muslims in Myanmar: Past, Present and Future. Oregon Review of International Law, 15, pp. 393-412.

BBC News. (2015a). Aung San Suu Kyi: Myanmar reform proces ‘stalled’. [en línea] [Consultado el 31/05/15]. Disponible en: http://www.bbc.com/news/world-asia-29919094.

BBC News. (2015b). Myanmar profile - Overview. [en línea] [Consultado el 31/05/15]. Disponible en: http://www.bbc.com/news/world-asia-pacific-12990563.

Bray, J. (1992). Ethnic Minorities and the Future of Burma. The World Today, 48(8-9), pp. 144-147.

El Espectador. (2015). Reunión en Bangkok sobre la crisis migratoria decide reforzar la seguridad. [en línea] [Consultado el 31/05/15]. Disponible en: http://www.elespectador.com/noticias/elmundo/reunion-bangkok-sobre-crisis-migratoria-decide-reforzar-articulo-563433.

El País Internacional. (2015). Los rohingya, una de las minorías más perseguidas en el mundo. [en línea] [Consultado el 31/05/15]. Disponible en: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/28/actualidad/1432829640_169049.html.

Nemoto, K. (2013). The Rohingya issue: A Thorny Obstacle Between Burma (Myanmar) and Bangladesh. [en línea] [Consultado el 31/05/15]. Disponible en: http://www.burmalibrary.org/docs14/Kei_Nemoto-Rohingya.pdf.

Stoakes, E. (2014). Myanmar’s Rohingya Apartheid. The Diplomat. [en línea] [Consultado el 31/05/15]. Disponible en: http://thediplomat.com/2014/10/myanmars-rohingya-apartheid/.

Szep, J. y Grudgings, S. (2013). Preying on the Ronhigya. Reuters Special Report. [en línea] [Consultado el 31/05/15]. Disponible en: http://graphics.thomsonreuters.com/13/07/MYANMAR-ROHINGYAS.pdf.  

Vidal, M. (2015a). El sudeste de Asia elude abordar las causas del problema rohingya. El País Internacional [en línea] [Consultado el 31/05/15]. Disponible en: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/29/actualidad/1432920885_160677.html.

Vidal, M. (2015b). Miles de asiáticos a la deriva pueden morir en los próximos días. El País Internacional. [en línea] [Consultado el 31/05/15]. Disponible en: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/15/actualidad/1431696454_569942.html.

Vidal, M. (2015c). Malasia e Indonesia acogerán por un tiempo a los refugiados rohingya. [en línea] [Consultado el 31/05/15]. Disponible en: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/20/actualidad/1432104940_137792.html.