Análisis semanal 13: ¿Viraje inminente en la guerra en Siria? (11 de mayo de 2015)

Año: 
2015

Al entrar en su quinto año, el conflicto armado en Siria no vislumbra la posibilidad de una solución negociada, y tampoco augura la victoria, a corto o mediano plazo, de ninguno de los bandos armados involucrados. Durante el 2014 y las primeras semanas del 2015, el gobierno de Bashar al-Assad, apoyado por la organización chiita libanesa Hezbollah y por Irán, llevó a cabo importantes avances frente a los yihadistas en zonas como las montañas Qalamoun, cerca de la frontera con el Líbano, fracturando las rutas de suministros de grupos como el Frente al-Nusra (filial siria de Al-Qaeda) o el Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL). Adicionalmente, el gobierno retomó el control de algunas áreas aledañas a Damasco y el Este de Aleppo, y se vio beneficiado por los bombardeos llevados a cabo por la coalición encabezada por los Estados Unidos contra posiciones del EIIL en Kobani y la provincia de Raqqah.

No obstante, dos acontecimientos recientes plantean la posibilidad de un cambio en la dirección de los vientos: la captura de las ciudades de Idlib, a finales de marzo, y Yisr al-Shughur, en la última semana de abril, por parte de una coalición de grupos yihadistas denominada Jaysh al Fateh (“Ejército de la Conquista”), encabezada por el Frente al-Nusra.

Después de Raqqah a inicios de 2013, Idlib es la segunda capital de provincia que los rebeldes arrebatan al gobierno, que no obstante sigue controlando dos tercios de la población del país. Aunque no se trata de una de las ciudades más grandes, la toma de Idlib constituye un hecho muy significativo por dos razones. En primer lugar, ha sido el fruto de una acción conjunta e inédita de la coalición Jaysh al Fateh, integrada, entre otros, por el Frente al-Nusra, Ahrar ash-Sham (que se sospecha ha sido penetrado por Al-Qaeda), Suqur al-Sham (apoyado por Arabia Saudita) y Jabhat Ansar al Din. Este operativo militar, en el que participaron entre 10.000 y 13.000 combatientes, fue llevado a cabo con disciplina táctica, e involucró el uso de equipo sofisticado como tanques  T-55, T-62 y T-72, equipo antiaéreo y misiles TOW, fabricados en los EE.UU. Además, fue notoria la presencia de combatientes de origen checheno con amplia experiencia militar.

Desde el inicio del conflicto el gobierno sacó provecho de la atomización de las fuerzas rebeldes, dispersas en una gran cantidad de grupos y bandas armadas con diferentes orientaciones ideológicas, que incluso llegaron frecuentemente a enfrentarse entre sí. Por ejemplo, el EIIL ha combatido al Ejercito Libre Sirio (prácticamente desaparecido) y al Frente al-Nusra, que a su vez mantiene una acérrima enemistad con grupos como el Movimiento Al-Hazm o el Frente Revolucionario Sirio. Por eso la posibilidad de más acciones coordinadas entre los grupos yihadistas plantea una seria amenaza para Damasco.

En segundo lugar, la toma de estas dos ciudades constituye una importante victoria para los rebeldes, pues dada la ubicación estratégica en la que se encuentran, podrían constituir la base para un ataque contra el puerto de Latakia en el Mediterráneo, uno de los bastiones más importantes del gobierno, y pieza vital en las rutas de abastecimiento que conectan la costa con Damasco, Homs y otras ciudades del Oeste de Siria.

Si los yihadistas consolidan su victoria en la provincia de Idlib, el régimen se verá en una situación complicada. Damasco cuenta todavía con notables ventajas estratégicas sobre los grupos armados de oposición, como la posesión de una fuerza aérea leal que le permite bombardear -casi siempre de forma indiscriminada y haciendo uso de devastadoras bombas de barril- las áreas urbanas controladas por los yihadistas. Sin embargo, la escala y el alcance de la campaña de los rebeldes en Idlib plantean un verdadero desafío a la estrategia y capacidades militares del gobierno, ya de por sí debilitadas por la escasez crónica de recursos humanos, y especialmente de tropas de infantería fiables y eficaces. Esta situación ha obligado al régimen a depender crecientemente de milicias locales como las Fuerzas de Defensa Nacional, los Batallones Baath, o milicias chiitas de Líbano o Irak, lo cual mengua su autonomía política.

Este panorama, que plantea cierto equilibrio entre gobierno y oposición armada, ciertamente no perfila de manera certera ningún ganador, aunque –lamentablemente- parece indicar con claridad que el sufrimiento de la población civil se prolongara por un período largo de tiempo.

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