Aunque la tragedia de los migrantes que intentan cruzar el Mediterráneo desde el Norte de África y el Medio Oriente está lejos de ser un fenómeno nuevo, los recientes naufragios, que han cobrado cientos de vidas en las costas de Libia, han revelado a muchos la verdadera magnitud de esta catástrofe humanitaria.
Antes de estos acontecimientos, organismos defensores de los derechos humanos, como Amnistía Internacional o Human Rights Watch, venían demandando la implementación de mecanismos de búsqueda y rescate de migrantes, similares a la operación Mare Nostrum, iniciada por Italia después de la tragedia de Lampedusa en 2013, y que con un costo operativo de US$10 millones de dólares al mes, logró rescatar a miles de personas; hasta que las autoridades italianas decidieron ponerle fin debido a la negativa del resto de países europeos de compartir su financiamiento. En su lugar, la Unión Europea decidió implementar hace seis meses el plan Tritón en las costas italianas, un mecanismo de control de fronteras con menos efectivos y un presupuesto de apenas US$2,9 millones al mes, así como el plan Poseidón en Grecia, de menor magnitud.
Los migrantes, muchos de los cuales provienen de países como Siria o Eritrea, huyen de situaciones de guerra y persecución, y buscan oportunidades en Europa, pero allí la idea de la acogida es bastante impopular. Como lo revela una encuesta del Pew Research Center llevada a cabo en siete países europeos en la primavera de 2014, la mayoría de la población desea que sus países reciban menos migrantes. Es el caso de Francia (57%), Italia (80%) o el Reino Unido (55%). En algunos países hay incluso una fuerte tendencia a criminalizar la migración. Por ejemplo, en Italia, el 45% de la población cree que los inmigrantes -más que cualquier otro grupo- “son responsables por la delincuencia”. Por otro lado, el 52% de los franceses y el 70% de los griegos consideran que los migrantes son una “carga”, pues “se apropian de los empleos y los beneficios sociales” (1). Esto hace de la inmigración un tema políticamente complejo en Europa; y ningún gobierno quiere parecer demasiado “blando”, pues los costos políticos –especialmente en términos electorales- suelen ser altos.
Las tragedias acaecidas en las últimas semanas, y que han hecho que la cifra de muertos en lo que va del año llegue a los 1700, convocaron de urgencia a los líderes europeos el pasado lunes 20 de abril, quienes decidieron triplicar el presupuesto de las operaciones Tritón y Poseidón para este año y el 2016, así como incrementar el apoyo a países como Túnez, Egipto, Sudán, Malí y Níger para que “controlen sus fronteras y rutas”, y frenen la llegada de los migrantes a las costas del Mediterráneo.
Estas medidas son claramente insuficientes, pues apuntan a hacer frente a apenas una de las dimensiones del problema, la llegada de los migrantes, sin tener en cuenta las condiciones estructurales del problema de la migración. Los gobiernos europeos insisten en verlo como un problema de seguridad, y no como un asunto esencialmente humanitario. De ahí que una de las respuestas de líderes como François Hollande de Francia, Matteo Renzi de Italia o David Cameron del Reino Unido sea pedir al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas autorización para atacar y destruir los barcos que puedan ser usados por traficantes de personas para transportar migrantes (2).
Europa debe asumir una mayor responsabilidad, no solo por tener una compleja crisis humanitaria en su propia vecindad, que le atañe de manera directa, y que va mucho más allá de un simple problema de seguridad, sino por el hecho de que muchos de los refugiados, provenientes de países como Libia, Siria, Afganistán o Irak, huyen de situaciones de guerra, caos y conflicto, exacerbadas en los últimos años por algunas naciones europeas. El caso de Libia es quizás el más significativo. Antes de la intervención militar azuzada por Francia y Reino Unido, y que derrocó al gobierno de Muamar el Gadafi en 2011, este país era uno de los países más estables y ricos de África, y se hallaba en el umbral mismo del programa de Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU. Hoy en día Libia es un Estado fallido y empobrecido que, ante la ausencia de una eficaz estructura de gobierno, se ha convertido en el sitio ideal para que las redes de trata de personas operen con absoluta impunidad, movilizando a miles de migrantes.
Esta crisis humanitaria exige a Europa ir más allá de cualquier cálculo político, y ser consecuente con los valores de respeto a la dignidad humana, igualdad y libertad que le han acompañado desde su constitución.
Notas
(1) Refugees stream into Europe, where they are not welcomed with open arms. http://www.pewresearch.org/fact-tank/2015/04/24/refugees-stream-into-europe-where-they-are-not-welcomed-with-open-arms/.
(2) Europa quiere una acción militar contra la crisis migratoria. http://www.nacion.com/mundo/europa/Europa-accion-militar-crisis-migratoria_0_1483451679.html.
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