Análisis semanal 492: El Museo Británico, colonización y violencia estructural: El papel de las colecciones arqueológicas en las dinámicas culturales globales (24 de abril de 2023)

Año: 
2023

 

El Museo Británico ha acumulado, según sus propios registros, más de ocho millones de piezas pertenecientes a pueblos de todo el mundo. A pesar de que esta cifra se anuncia con bombos y platillos en el contexto de la preservación de instrumentos históricos clave para la antropología, desde 1753 contribuye a prácticas de saqueo, capitalización de la cultura y colonialismo denunciadas por Nigeria, Australia, Irak, Grecia, entre otros gobiernos y grupos activistas. En general, el Museo Británico retiene sus piezas bajo el argumento de protegerlas aún ante conflictos contemporáneos, lo que abre un debate sobre la atención que reciben los museos de historia en Europa frente a la que necesitan aquellos ubicados en el seno de las violencias.

Por lo tanto, el objetivo del siguiente trabajo corresponde a determinar la función de la museología en la descolonización, para comprender las dinámicas culturales entre el Norte y el Sur global alrededor de la preservación del patrimonio y la identidad. Este se alcanzará mediante un apartado referido al debate sobre la colonización-descolonización de la museología, que dará pie a la comprensión de las denuncias contra el Museo Británico en el marco de la devolución de bienes culturales expoliados de los 5 continentes.

Museos europeos, tráfico ilícito y memoria histórica

El 20 de abril de 2021, The Economist publicó una nota sobre las negociaciones en torno a los bronces de Benín:

Nigeria se está aproximando a asegurar la devolución de algunos de sus artefactos culturales más preciados. Los bronces de Benin, esculturas que una vez decoraron el palacio real del Reino de Benin, ahora en el sureste de Nigeria, fueron saqueados por las fuerzas británicas en 1897, junto con miles de otros objetos preciosos. Ahora se encuentran dispersos en más de 160 museos e innumerables colecciones privadas, principalmente en Occidente. En marzo, un funcionario alemán viajó a Nigeria para discutir la devolución de algunos de los bronces retenidos en Berlín. La Universidad de Aberdeen, en Escocia, se ha comprometido a devolver uno de los bronces en unas semanas. Y este mes, el Museo Horniman de Londres anunció que considerará devolver sus piezas.

La palabra clave: considerará. Durante 2022, las negociaciones aún continuaban siendo poco ventajosas para Nigeria y consiguieron una respuesta positiva para el mes de agosto. Este engorroso proceso ha sido el caso para los moáis de la Isla de Pascua (Chile), los frisos del Partenón (Grecia), la colección de arte asirio (Palestina, Jordania, Líbano y Siria), numerosas piezas saqueadas de Egipto e Irak, entre otros. En ocasiones, las negociaciones apenas alcanzaron la oferta de “copias certificadas” antes que la devolución de las piezas.

Los procesos de descolonización gestados en el siglo XX necesitaron de más que la territorialidad y las comunidades para poder abrirse camino. Las ciencias, especialmente la etnografía, arqueología, antropología y la historia, liderados por personas nativas de los pueblos del Sur global, han sido espacios clave para luchar contra la difusión de estereotipos blanqueados sobre las civilizaciones. Bajo tal contexto, los museos se constituyeron otrora como espacios que dibujaron un pasado sesgado sobre lo “artístico”, “salvaje”, “rudimentario”, “exótico”, “ario” y todas aquellas clasificaciones sobre conocimientos ancestrales y piezas que fueron víctimas del imperialismo cultural europeo. Por ello, esta nueva etapa permite que se abran discusiones sobre la manera en la que los museos contribuyen a la formación de una identidad a los ojos de pueblos y naciones ajenos a ella, sea desde la exclusión o hacia una verdadera convivencia inclusiva y pacífica [1].

Según lo explica el historiador Jaime Borja, el museo fue uno de los lugares que albergó la invención de este pasado: se trataba de elaborar el altar de la nación, aquel espacio que sacralizaba los objetos de un tiempo casi mítico, objetos que se escapaban al azar porque respondían a una manera de mirar el pasado, objetos que albergaban la esencia sobre la cual se construía la identidad nacional [2]. Mas, Estefanía Vasconcellos explica que “el debate sobre la legitimidad de las colecciones occidentales ha chocado desde siempre con un dogma de fe: «Aquí están mejor conservadas, mejor estudiadas y mejor valoradas»”, donde consiguen que los conflictos refuercen dicha postura e ignoran que el tráfico ilícito de bienes culturales es una de las principales fuentes de financiamiento para grupos armados en la actualidad (además de asentamientos segregacionistas contemporáneos), de acuerdo con la Resolución 2347 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas [3] [4].

Los museos, como instituciones públicas o privadas, se erigieron para responder a políticas e intereses hegemónicos. Más allá de una lógica de preservación del pasado, mantenían –o mantienen aún– relaciones jerárquicas con las personas visitantes basadas en la contemplación de las obras expuestas y la comprensión limitada sobre las sociedades que las crearon. Estas dinámicas no son únicas de Europa.

La historiadora Luz Adriana Maya Restrepo (2000) propone que:

Las tradiciones europeas, indígenas y africanas inauguraron la modernidad en América Latina bajo la égida del sistema esclavista. Las diferentes expresiones culturales de indígenas y africanos interactuaron bajo un régimen político eurocéntrico y católico que aseguraba su poder mediante estrategias de control del cuerpo y del alma. En este nuevo mundo del siglo XXI, la circulación masiva de personas y de bienes toma forma en las migraciones transcontinentales y en los desplazamientos inter- nos de población, como es el caso de nuestro país.

A mi modo de ver, este reto requiere de una puesta en escena –y los museos son el ámbito privilegiado para ello– que dignifique con equidad las memorias históricas de los pueblos que componen el Estado nacional. Esta estrategia y esta propuesta que hago esta mañana, propende por una reconciliación de los recuerdos, paso preliminar para la construcción de una paz duradera en un país cuya memoria nacional vive el conflicto de ser la sumatoria de memorias de exclusión. (pp. 52-53) [5]

En este sentido, los museos se han transformado gradualmente hacia la representación fiel de dichas sociedades, sus contextos políticos y sus cotidianeidades al permitir que personas expertas nativas de cada población sean quienes presentan y analizan las obras frente al público [6]. Una práctica más beneficiosa, para los pueblos minoritarios que participan de exposiciones en museos, consiste en generar espacios para que las personas migrantes presenten sus propias obras en los países de acogida, de modo que éstas hablen sobre los movimientos y la visión historiográfica y antropológica detrás de ellas, y se dé pie a la devolución de los artefactos robados. Estos elementos se conjugan proyectando problemáticas como la identidad, la territorialidad o los prejuicios y de este modo se consigue sensibilizar al público con el fenómeno migratorio y las configuraciones sociales contemporáneas o pasadas [7].

Sin embargo, la contratación ética de personas migrantes y pertenecientes a minorías étnicas continúa siendo un reto en la lucha contra la capitalización de la cultura, pues continúan concretándose en campos de poder. De igual manera, Amy Lonetree considera que la participación de las poblaciones marginadas en la reformulación y toma de decisions museológica continua siendo un significativo avance, pues “native involvement in the museum world did not happen because of academic epiphanies by non-Native academics or curators, but as result of prolonged and committed activism” [8].

La devolución de piezas saqueadas en tiempos de violencia

Una vez discutidas las dinámicas básicas en torno a las piezas adquiridas por museos, es posible pasar al caso particular del Museo Británico. A pesar de que cuenta con una de las colecciones etnológicas más extensas, con más de 8 millones de piezas, apenas 50 mil se encuentran en exposición. El Museo ha sido señalado por naciones de América, Asia, África y Oceanía por expoliar un alto porcentaje de las piezas o adquirirlas mediante prácticas ilegales. Una de las más resonadas es la compra de los frisos y esculturas del frontón del Partenón, que fueron vendidas al Museo por el Imperio Otomano en un contexto de saqueos e invasión territorial contra los pueblos nativos de la actual Grecia. Esta discusión mantiene dos ejes de análisis: la violación a la autodeterminación cultural y la desprotección del patrimonio en casos de conflicto.

Para estos puntos la Resolución 2347, mencionada con anterioridad y siendo el primer instrumento histórico en materia de seguridad cultural, “insta a los Estados Miembros a que introduzcan medidas nacionales eficaces en los niveles legislativo y operacional … compromisos para contrarrestar el tráfico de bienes culturales y los delitos conexos”. Esta cláusula nace a partir de la Convención para la protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado (H.CP), la cual caracteriza a los bienes culturales como inmunes, objetos de vigilancia, salvaguardia y concesionados para la protección especial. Empero, el Museo Británico se acoge en ello y en la cláusula operativa 13, que alienta a “salvaguardar y preservar el patrimonio cultural en peligro y las medidas encaminadas a proteger la cultura y promover el pluralismo cultural en caso de conflicto armado”, y argumenta que sus piezas encontrarán mayor seguridad en sus instalaciones. A ello, naciones como Nigeria, Egipto, Afganistán y Chile recalcan que las evidencias históricas demuestran que los objetos fueron adquiridos mediante el uso de la fuerza, por lo que el Museo tiene un deber moral por devolverlos [9].

El Acta del Museo Británico de 1753 es otra herramienta que utiliza el gobierno inglés para cerrar las puertas al diálogo con las naciones reclamantes. Esta prohíbe la salida de cualquier pieza de la colección (una ley que violenta lo posteriormente estipulado por la Resolución, en particular la octava cláusula operativa que expresa: “cuando los Estados tengan una sospecha razonable de que provienen de un contexto de conflicto armado, en particular de grupos terroristas, y su procedencia no esté claramente documentada ni certificada, permitiendo así que, a su debido tiempo, esos artículos sean devueltos a su lugar de origen en condiciones de seguridad”).

Mas, el problema para las naciones expoliadas es que no se ha creado jurisprudencia internacional que pueda ser aplicada para recuperar las piezas. Podría argumentarse que el vacío jurídico se encuentra en la octava cláusula operativa, pues la mención de un “conflicto armado” no necesariamente se interpretaría por las potencias europeas como una alusión al saqueo gestado en la expansión colonialista. Sea por falta de voluntad, intereses de los Miembros Permanentes del Consejo de Seguridad o por la priorización de otras áreas perjudicadas por los conflictos, los instrumentos internacionales no logran retroactividad ni claridad sobre la recuperación del patrimonio cultural como elemento fundamental del principio de autodeterminación de los pueblos y la construcción de la paz.

Consideraciones finales: la devolución de piezas como mecanismo de justicia transicional

“Algunos de los bronces de Benin se encuentran en Londres, detrás de una gruesa vitrina en la sala 25 de las Galerías de África del Museo Británico. Una inscripción describe cómo llegaron los artículos a la colección del museo. Ha cambiado a lo largo de los años. Solía ​​hablar de la valentía imperial contra los salvajes de los matorrales; ahora cuenta una historia de violencia y expansión colonial. A finales del siglo XIX, las fuerzas británicas arrasaron la ciudad de Benin, demoliendo los recintos con paredes de adobe, así como cientos de casas y edificios ceremoniales. En los terrenos del antiguo palacio, los oficiales construyeron un campo de golf. Luego se apoderaron de miles de objetos reales y sagrados para llevárselos a casa”. [12]

El Museo Británico es apenas uno de diversos ejemplos. Los debates sobre la seguridad de las piezas artísticas e históricas en tiempos de conflicto, la compra y venta ejercida por los museos de las metrópolis europeas (y americanas) y las reservas mostradas por éstos para cumplir con la devolución, podría solventarse si existiese un compromiso global por promover la construcción y preservación de instituciones culturales en todo el orbe. Las colecciones museológicas, para las poblaciones de origen, tienen tres cualidades centrales en la formación de la identidad colectiva: funcional (valor de uso), de memoria y sobrenatural [10]. La devolución de los objetos no solamente corresponde a un acto moral, sino además a un mecanismo de reparación simbólica y compromiso de no-repetición en contextos de justicia transicional, un elemento que fue dejado de lado durante el proceso de la descolonización.

Pero, para todo ello, se necesitan Estados más radicalmente anuentes a trabajar en pro de la protección y reparación de los pueblos violentados por la explotación económica y cultural. Como lo percibe Taynã Tagliati Souza, es necesario “descolonizar los museos y algunas ciencias, como la antropología, pero no admitimos ni nos damos cuenta de que no pueden ser completamente descolonizadas. Para que exista realmente una ciencia no colonial, no basta con descolonizar la ciencia. Requiere el surgimiento de ciencias anticoloniales, y eso cambiaría radicalmente la forma en que interactuamos con el mundo” [11].

Notas

[1] Borja-Gómez, Jaime (2000). El objeto-monumento y configuración de la identidad nacional. En Ana María, Cortés Solano (Ed.), Museos en tiempos de conflicto: un debate sobre el papel de los museos frente a la situación actual (pp. 35-42). Museo Nacional de Colombia.

[2] Ídem.

[3] Vasconcellos, Estefanía. (18 de agosto de 2016). British Museum, líbranos del mal. Jot Down. https://www.jotdown.es/2016/08/british-museum-libranos-del-mal/

[4] Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. (2017). Resolución 2347 (2017). https://undocs.org/S/RES/2347(2017)

[5] Maya Restrepo, Luz Adriana (2000). Memorias en conflicto, museos en tránsito, el problema de la discriminación hacia lo negro: un obstáculo para la museografía de la equidad en Colombia. En Ana María, Cortés Solano (Ed.), Museos en tiempos de conflicto: un debate sobre el papel de los museos frente a la situación actual (pp. 35-42). Museo Nacional de Colombia.

[6] García-Sampedro, Marta & Gutiérrez Berciano, Sue (2018). El museo como espacio multicultural y de aprendizaje: algunas experiencias inclusivas. Revista Anual de Historia del Arte, 6(1) 117-128.

[7] Ídem.

[8] Lonetree, Amy (2012). Decolonizing Museums: Representing Native America in National and Tribal Museums. University of North Carolina Press.

[9] Un museo británico acepta devolver a Nigeria bronces de Benín saqueados a finales del siglo XIX (8 de agosto de 2022). Deutsche Welle. https://www.dw.com/es/un-museo-británico-acepta-devolver-a-nigeria-bronces-de-ben%C3%ADn-saqueados-a-finales-del-siglo-xix/a-62749607

[10] Tagliati Souza, Taynã (2022). Colaboración y descolonización en los museos: Reflexiones a partir de tres experiencias indígenas amazónicas. Notas de Antropología de las Américas, 1, 5–24.

[11] Ídem.

[12] Why are Western museums giving back their artefacts? (20 de abril de 2021). The Economist. https://www.economist.com/the-economist-explains/2021/04/20/why-are-western-museums-giving-back-their-artefacts?utm_medium=cpc.adword.pd&utm_source=google&ppccampaignID=18156330227&ppcadID=&utm_campaign=a.22brand_pmax&utm_content=conversion.direct-response.anonymous&gclid=CjwKCAjwl6OiBhA2EiwAuUwWZdXl6qKBO6L9qYNNq6qesfGdssJXAb9FM4QkznOZXxYVs6nA6a7ilRoCdNsQAvD_BwE&gclsrc=aw.ds