Análisis semanal 487: Identidad cultural, políticas afirmativas y representación: finalizando la temporada de premiaciones 2023 en Estados Unidos (20 de marzo de 2023)

Año: 
2023

 

En 2019, la antropóloga Dorinne Kondo escribió un artículo titulado Oscars 2019: Beyond the stats, why diversity matters, reflexionando sobre la importancia de la diversidad en la entrega de premios y reconocimientos a artistas de la industria cinematográfica. Kondo referenció la teoría del desarrollo de la identidad del psicólogo Jacques Lacan, quien proponía que una de las etapas clave en la formación de las personas infantes es el mirarse en un espejo y tener la capacidad de reconocerse a ellas mismas. Kondo (2019) analizó que este proceso de autopercepción se proyecta y maximiza por medio de lo que vemos en la vida pública (el cine, la televisión, la política, la música, los libros y los deportes): “The characters who appear and the roles they assume indicate whose lives matter in the public sphere, and who is erased” (párr. 8) [1].

Este tipo de aproximaciones constituyen una parte integral en la Política de la Identidad, la cual, según sea el enfoque ideológico aplicado, forja los cimientos de distintos movimientos civiles a nivel internacional, la teorización de los derechos humanos (específicamente los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales) y atraviesa la propia administración pública. El cine, siendo una de las principales fuentes de empleo en Estados Unidos, no puede ser obviado como un catalizador de inclusión y acciones afirmativas para poblaciones excluidas de la escena pública, y su papel como formador de opinión pública es indiscutible. Bajo este contexto, el siguiente escrito tiene como objetivo analizar las propuestas teóricas del neomarxismo, el posmodernismo y la interseccionalidad hacia la política de la identidad, contrastando los argumentos de cada una con las prácticas ejercidas por tres ceremonias de premiaciones de la industria del cine estadounidense frente a la desigualdad de poder y representación.

Estatus, clase, discriminación e identidad según los enfoques neomarxistas

Algunos años antes del 2020, en el contexto de las protestas #MeToo —por la visibilidad de las víctimas de acoso y agresión sexual— y Black Lives Matter —contra la violencia policial y el racismo estructural en Estados Unidos—, la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA) fue profundamente criticada por encubrir a productores y asociados denunciados por acoso sexual. De acuerdo con Benjamin Lee [2], la HFPA además fue denunciada por cambiar votos por regalos millonarios, una aplastante falta de diversidad (de sus 87 miembros, todos corresponden a personas blancas, ninguna afrodescendiente, ninguna indígena) y por una filtración de comentarios lacerantes contra las luchas antirracistas y las peticiones realizadas por Black Lives Matter por mejorar las cuotas de diversidad. La combinación de estos factores, sumado a que cada vez más actores comenzaron a respaldar estas críticas con acciones como evitar la asistencia y devolver premios, contribuyó a que otras alianzas estratégicas (la televisora NBC) rompieran con sus relaciones económicas.

El ejercicio de poder e influencia denunciado de la HFPA mantiene un vínculo con los marcos marxistas y neo-marxistas de la política de la identidad. Mary Bernstein se encarga de resumir dos fundamentos de lo anterior. Primero, estos puntos de vista se basan en una teoría del poder (a veces implícita) que ve la desigualdad de clases como la única fuente real de explotación y opresión. En segundo lugar, muchas de estas obras ven a los activistas que quieren aliviar la desigualdad económica y desafiar la estructura de clases como los principales agentes del cambio social. Debido a estos supuestos teóricos, la política de identidad no se ve como una práctica política que desafía importantes relaciones de poder, sino que se entiende en términos simbólicos, culturales o psicológicos [3]. Lo material, lo “duro”, se percibe como un eje primario de lucha, y lo cultural, lo “suave”, se relega a una lucha secundaria.

Estas posturas, sin embargo, contrastan con los movimientos sociales que han permeado a la industria cinematográfica, debido a que perciben la representación desde la cultura y la identidad más allá de las estructuras de clase, al tiempo que retan el sistema de poder establecido en organizaciones como la HFPA. Si bien existen importantes contiendas por alcanzar salarios equitativos, sindicalización y seguridad laboral para las mujeres (y especialmente para las actrices racializadas, quienes perciben un promedio de 62.5% menos ganancias que las actrices blancas por el mismo trabajo [4]), el activismo para denunciar los patrones de conducta y la falta de diversidad son más de índole simbólico y cultural, y no por eso cuentan con una importancia menor.

Una Asociación paritaria en género, raza y orientación sexual, tendrá un radar más amplio para nominar películas independientes con presupuestos menores, con una paleta más amplia de tramas y reconociendo (desde las vivencias culturales que solamente cada grupo poblacional conoce de su propio día a día) la calidad del trabajo realizado detrás del story-telling de una producción televisiva o cinematográfica. Durante generaciones, los miembros de la cultura dominante pudieron verse a sí mismos en la pantalla principalmente como líderes, los héroes de historias que se reconocen y celebran públicamente. Las personas marginadas fueron relegadas a posibilidades más limitadas, y estas limitaciones pueden trasladarse a sueños y opciones de vida disminuidos. [5]

Los paraguas de la identidad y la complicidad de los enfoques posmodernistas

La creación de los premios entregados por la NAACP se presenta como una alternativa significativa para las poblaciones que han sido marginadas de las principales ceremonias en la historia. Desde 1967, con su primera ceremonia televisada apenas en 1994, honra trabajos en cine, televisión, música y literatura. Al igual que en otros premios, como los Oscar y los Grammy, las más de 40 categorías de estos premios son votadas por los miembros de la organización del premio (en este caso, los miembros de la NAACP). Sin embargo, la intención clave en las categorías en destacar la interseccionalidad afroamericana. [6]

Algunas aproximaciones teóricas critican el trabajo de la NAACP desde dos aristas. La primera, constituye el término de “racismo inverso”, acuñado con el fin de desvirtuar la existencia de premiaciones que reafirman la identidad racial sin incluir a poblaciones blancas; la segunda proviene de la perspectiva posmodernista alrededor de la política de la identidad. Los análisis posmodernistas de las políticas de identidad conceptualizan el poder en términos que son marcadamente diferentes del neomarxismo, pues considera que la existencia de categorías de estatus constituye una forma de regulación. Aunque este estatus no permea necesariamente las categorías de género, raza, edad y orientación sexual (lo cual sería caer en una posición analítica ingenua), el posmodernismo es contundente en afirmar que cualquier activismo en nombre de esas categorías no aliviará la desigualdad sino que incrementará el uso de esas categorías para regular y dominar a los grupos de estatus subordinados. [7]

Mary Bernstein comenta que “encarnada en el grupo de corta duración Queer Nation, la política queer fue identificada por los académicos como la antítesis de la política de identidad: una teoría y una política con las que trascender las categorías grupales y reunir a diversos grupos de personas marginadas bajo un mismo paraguas” [8]. Pero eliminar el componente identitario de los movimientos sociales o encerrar a todos los grupos marginados en un solo monolito (y tratar de reducir la importancia de la representación como un foco de orgullo, empoderamiento y motivación para participar y trascender en distintos espacios de influencia sociopolítica) perpetúa la complicidad en favor de la opresión.

Tal enfoque de lucha invisibiliza las distintas formas estructurales, prácticas y simbólicas mediante las cuales funcionan el poder, el privilegio y la discriminación. Por ello, el trabajo de organizaciones como la NAACP, el Melbourne Queer Film Festival, e inclusive los Guilds (sindicatos de productores, animadores, actores y directores), resulta clave para expandir esos distintos niveles de representación: la forma en la que el vestuario forma a las poblaciones vulneradas, en la cosmovisión forjada a través de la música, en las historias de resiliencia sobre lo que implica ser una mujer racializada en sociedades como la estadounidense, en la recreación del universo sonoro de las protestas y los hogares diversos… Porque todos estos espacios reconocen que la representación no es el mero “pequeño avance” que implica recibir un premio cada veinte años, sino en financiar y publicitar continuamente todas estas identidades en el cine, en la política y en las calles.

La propuesta interseccional y los enfoques integrales de la identidad

Existiendo alternativas tan populares y significativas como las enumeradas en el apartado anterior, ¿por qué el mundo continúa fijando sus ojos sobre el Premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas? Además de otorgar reconocimiento y prestigio internacional, el Oscar puede desempeñar un papel crucial en el éxito de los principales ganadores. El premio a la mejor película, por ejemplo, puede aumentar significativamente las ganancias de taquilla de la película ganadora, lo que consecuentemente mejora la remuneración económica de todo el equipo de producción [9].

En 2016, el New York Times informó que las 20 nominaciones al Oscar en las categorías de actuación fueron para artistas blancos por segundo año consecutivo, y en redes sociales se retomó el rotundo hashtag: #OscarsSoWhite. La periodista Kate Karniouchina formó parte de un grupo de investigadores de datos en Mills College que analizó la industria de Hollywood desproporcionadamente subrepresentada y la medida en que los Premios de la Academia contribuyeron a eso. Estos investigadores citaron a la Escuela de Comunicación y Periodismo Annenberg de la USC, que descubrió que en 2019 apenas el 34,3% de los roles de habla se otorgaron a grupos subrepresentados, que está por debajo de la población en Estados Unidos: 42%. USC Annenberg también descubrió que el porcentaje de personajes parlantes identificados como mujeres no aumentó significativamente, alcanzando solamente el 34,3% en 2019 en comparación con el 29,9% en 2007 [10]. El medio Northeastern Global News ilustra estos datos en la siguiente imagen:

Fuente: https://news.northeastern.edu/2022/03/25/oscars-diverse-representation/

Esta falta de representación se encuentra vinculada con los enfoques integrales de la identidad acuñados por Mary Bernstein.

Bernstein (1997) argumenta que el concepto de "identidad" en relación con los movimientos sociales tiene al menos tres niveles analíticos distintos: Primero, una identidad colectiva compartida es necesaria para la movilización de cualquier movimiento social. En segundo lugar, las expresiones de identidad pueden desplegarse a nivel colectivo como una estrategia política, que puede apuntar a lo que tradicionalmente se considera como objetivos culturales y/o políticos. Estos objetivos culturales trascienden la representación en el cine para colocarse en otras aristas: la publicidad, la invención, los emprendimientos, las inversiones a empresas emergentes lideradas por mujeres, indígenas y afrodescendientes, y la participación activa de la vida cultural (los cuales se encuentran amparados en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

En tercer lugar, la identidad puede ser un objetivo del activismo de los movimientos sociales, ya sea ganando la aceptación de una identidad hasta ahora estigmatizada o deconstruyendo categorías de identidades como "hombre", "mujer", "gay", "heterosexual", "negro" o "blanco". Bernstein explica que, para actuar políticamente, todos los movimientos sociales necesitan una identidad para el empoderamiento o una conciencia de oposición para crear y movilizar un electorado. Snow y Benford (1988), citados por Bernstein, argumentan que cuando los movimientos diagnostican problemas que deben abordarse, atribuyen identidades al movimiento social, a los responsables de los problemas y a quienes deberían encargarse de aliviarlos.

En el marco de las protestas Black Lives Matter, la Academia tomó una serie de medidas para intentar asegurarle al público una mayor representación. En términos de diversidad para las nominaciones al Oscar, la marea comenzó a cambiar ligeramente en 2019, cuando la academia informó un aumento de apenas 17 por ciento en la cantidad de películas nominadas con personas de color. Para 2020, siete ramas nominaron a más mujeres que hombres. Cinco ramas nominaron a muchos de los candidatos de comunidades étnicas y raciales subrepresentadas, y 13 ramas nominaron a la mayoría de sus candidatos de regiones internacionales [11]. Pero las proporciones siguen siendo desconcertantes, pues solamente dos mujeres de color han ganado el Óscar a mejor actriz en la historia, y apenas cinco actrices de ascendencia latinoamericana han sido nominadas en esta categoría. Estos grupos poblacionales son los menos contratados y los peor pagados, como fue discutido anteriormente. Además, trasladando estos números a la política nacional, también son aquellos que enfrentan la mayor cantidad de crímenes de odio, prejuicios raciales, securitización contra sus identidades y las más severas restricciones del voto.

“A la gente le gusta verse representada en cualquier avenida”, observó Venkat Kuppuswamy para el Northeaterns Global News. “En una sociedad cada vez más multicultural, quieres ver eso, incluso en los Oscar”. Los datos recopilados por Morgyn Joubert resumen que, en la ceremonia de 2022, la Academia anunció que todos los nominados a mejor actriz y mejor actor de reparto son blancos. Y aunque 2021 marcó la primera vez que más de una mujer fue nominada a mejor director desde, Jane Campion ("The Power of the Dog"), fue la única nominada en 2022, y en 2023 no hubo mujeres en esta categoría (apenas 5 han sido nominadas en toda la historia, frente a un promedio de 470 hombres desde 1923). Las proporciones generales demuestran que hay un largo camino que recorrer.

Notas

[1] Kondo, D. (21 de Febrero, 2019). Oscars 2019: Beyond the stats, why diversity matters. USC Dornsife News. https://dornsife.usc.edu/news/stories/2957/why-diversity-in-the-oscars-matters/

[2] Lee, B. (10 de enero, 2023). ‘The curtain has been lifted’: can the Golden Globes overcome controversy? The Guardian. https://www.theguardian.com/film/2023/jan/10/golden-globes-2023-controversy-jerrod-carmichael

[3] Bernstein, M. (2005). Identity Politics. Annual Review of Sociology, 31; 47-74.

[4] Williams, L. (26 de octubre, 2020). Black TV Actors Bring In Ratings, Win Awards, Yet Salaries Pale Compared to White Counterparts. Revista Essence. https://www.essence.com/culture/income-inequality-black-actors-white-actors/

[5] Kondo, D. (21 de Febrero, 2019). Oscars 2019: Beyond the stats, why diversity matters. USC Dornsife News. https://dornsife.usc.edu/news/stories/2957/why-diversity-in-the-oscars-matters/

[6] American-African Registry. (13 de agosto, 1967). The NAACP Holds its First Image Awards Show. https://aaregistry.org/story/the-first-naacp-image-awards-show/

[7] Ídem.

[8] Ídem.

[9] Zelazko, A. (2013). Academy Award of Merit, Oscar. Encyclopaedia Britannica. https://www.britannica.com/art/Academy-Award

[10] Joubert, M. (25 de marzo, 2022). Are the Oscars still too white? Data shows little progress. Northesatern Global News. https://news.northeastern.edu/2022/03/25/oscars-diverse-representation/

[11] Ídem.