Elecciones, conflictos inconclusos y una “nueva política exterior” en Costa Rica. Un repaso corto al tiempo presente futuro

 

Pese a que las divisiones temporales no permiten observar con claridad los procesos humanos, no deja de ser cierto que la ordenación cronológica de eventos permite establecer un orden mínimo para comprender la realidad. Con la advertencia de que el tiempo presente es el conjunto de los efectos del pasado, contingencias y horizontes de expectativa, este artículo planteará cuatro de los eventos que puedan resultar de interés en la escena internacional en los próximos meses para Costa Rica.

El segundo año Trump

En enero se inicia el segundo año de la administración Trump. En la agenda interna de los Estados Unidos, además de “best sellers” elaborados a partir de la conducta particular del inquilino de la Casa Blanca, todos los movimientos políticos estarán condicionados por las elecciones de medio periodo en noviembre. En otros términos, las acciones del Ejecutivo, así como de la mayoría republicana y la minoría demócrata en el Congreso tendrán como cálculo final los efectos sobre el electorado, que se encuentra más polarizado en un año atrás. En esta línea el partido Republicano tendrá que decidir el papel que tomará el presidente Donald Trump en la campaña y el presidente Trump deberá decidir cuánto impulsa a candidatos propios, no necesariamente aceptables para las estructuras del oficialismo.

Por otra parte, los demócratas deben encontrar liderazgos que permitan subsanar los vacíos dejados por los Clinton, aunque se habla de que el expresidente Barack Obama podría retornar como una figura clave en la contienda. Desde esta perspectiva, aunque en el corto plazo dichas apariciones pueden ser útiles para ganar ciertas batallas electorales, restaría protagonismo a figuras que puedan aparecer para disputar las elecciones presidenciales del 2020.

En esta línea, la negociación de los temas migratorios, la renegociación del tratado de libre comercio con México y Canadá, la gestión del convenio de no proliferación del arsenal nuclear con Irán, así como otros temas de la agenda internacional, no serán analizados por su contenido y beneficios de largo plazo, sino por los efectos que su apoyo o rechazo ejerzan sobre bases electorales cada vez más polarizadas dentro de los Estados Unidos.

Elecciones en América Latina

En Latinoamérica cinco procesos electorales captarán la atención de los observadores, cuatro actores influyentes enfrentarán procesos electorales con visos de provocar crisis en sus sistemas políticos internos con efectos expansivos en la región, tanto por lo cerrado del resultado como por el clima de inestabilidad en que se celebrarán.

En unas elecciones distintas, pues no son elecciones directas comunes en los sistemas presidencialistas latinoamericanas, los votantes cubanos renovarán los miembros de su Asamblea Nacional y esta elegirá un nuevo presidente. Aunque aún no se sabe la fecha de los comicios legislativos, el 19 de abril la nueva Asamblea elegirá a los miembros del Ejecutivo. La transición de Raúl Castro a nueva generación de dirigentes en la isla caribeña generará todo tipo dudas y pronósticos sobre su conducta en el plano interno e internacional. Igualmente, las nuevas autoridades estarán condicionadas por las estructuras internas y las controvertidas posturas del gobierno Trump a las relaciones con Cuba.

En esta línea, las elecciones de marzo en Colombia pondrán sobre la palestra la consolidación o reforma del proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (ya constituido como partido político) y la incipiente negociación con el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Las elecciones en México de junio se celebran en el marco de una reconfiguración de su política exterior, enfrentada a la amenaza de una ruptura del tratado de libre comercio con los Estados Unidos y un empeoramiento de la situación de los migrantes mexicanos en ese país, que ha abierto opciones a la izquierda mexicana de ocupar el poder por primera vez tras el final desde el 2000.

Finalmente, en octubre del 2018 dos polémicos procesos electorales pueden servir para aumentar los respectivos niveles de crisis ambos países. En Brasil la participación o no, por razones judiciales, del líder del Partido de los Trabajadores, Luiz Ignacio “Lula” Da Silva, condiciona desde ya un proceso complejo, por las acusaciones de corrupción que abarcaron a todo el espectro político brasileño. Por último, en lo que sigue siendo un juego sin salida, se encuentran previstas elecciones presidenciales en Venezuela, dónde está claro que el gobierno de Maduro logró fortalecer su posición el transcurso del año anterior, mientras la oposición implosionaba y exhibía sus fracturas internas.

El Medio Oriente

En el Medio Oriente la guerra - ¿no declarada? - entre Irán y Arabia Saudita (ambos con procesos de reconfiguración política interna), el apoyo de los Estados Unidos a Israel y su decisión cada vez más clara de repliegue, la creciente influencia de Rusia y Turquía en la región condicionaron el conflicto Palestino-Israelí, así como las guerras en Siria y Yemen. En esta línea, las soluciones de carácter multilateral, con la reticencia a estos mecanismos por parte de los Estados Unidos y Rusia no están viviendo sus mejores días, si alguna vez los tuvieron.

Desde esta perspectiva, la reconfiguración de escenario geopolítico de una de las regiones claves en términos político, sociales y culturales del mundo tendrá siempre efectos globales que son sumamente difíciles de medir en términos económicos (problemas de suministro energético), seguridad (aumento de las células terroristas) y culturales (aumento de la intolerancia religiosa).

Una “nueva política exterior” en Costa Rica

El 8 de mayo un nuevo gobierno tomará las riendas de la política exterior. Como es usual, los programas de gobierno y la campaña no abordan con la seriedad debida el tema, lo internacional -con la excepción de las relaciones con Nicaragua no afecta la opinión pública sobre la labor de los gobiernos-. Quizá por ello, salvo por algunas pequeñas excepciones, no hay propuestas concretas para problemas concretos y mucho menos un análisis de los grandes patrones que componen al mundo presente. Más allá de algunas referencias críticas a algunos organismos de derechos humanos, basados en conseguir algún apoyo electoral, no se han desarrollado en los debates elaboraciones en torno a la situación del país en el ámbito internacional, tal parece que los costarricenses en sus campañas electorales siguen basándose en una concepción de isla, difícil de abandonar como la última tabla del náufrago.

Siguen en la mesa la necesidad de avanzar en la inconclusa profesionalización del servicio exterior, el manejo desjudicializado de las relaciones con Nicaragua, una política de seguridad nacional frente a las amenazas de la criminalidad internacional y el abordaje de las relaciones con los Estados Unidos. Igualmente, está por verse si una nueva administración sigue el proceso de ampliación de las representaciones de Costa Rica en Medio Oriente y el Asia-Pacífico. En síntesis, se cierne la interrogante de si el país se encuentra preparado para las vicisitudes del tiempo presente.